En Francia lo han bautizado ya como el watergate, el escándalo que sacude desde hace meses a la marca de agua embotellada más icónica del país, Perrier, que podría perder pronto su etiqueta de “mineral natural”, tras destaparse que se filtra para esconder la degradación de su calidad. La polémica salpica a toda la industria, pues el ministerio de Sanidad ha solicitado a las agencias regionales de salud que hagan inspecciones sin previo aviso en todos los puntos de envasado de agua de manantial del país.
La icónica marca del grupo Nestlé puede perder esta etiqueta tras conocerse que comercializó aguas que habían sido filtradas para combatir la contaminación
En Francia lo han bautizado ya como el watergate, el escándalo que sacude desde hace meses a la marca de agua embotellada más icónica del país, Perrier, que podría perder pronto su etiqueta de “mineral natural”, tras destaparse que se filtra para esconder la degradación de su calidad. La polémica salpica a toda la industria, pues el ministerio de Sanidad ha solicitado a las agencias regionales de salud que hagan inspecciones sin previo aviso en todos los puntos de envasado de agua de manantial del país.
La justicia abrió una investigación por fraude tras las revelaciones del periódico Le Monde y Radio France. Ambos medios publicaron que las plantas de Perrier, que pertenece al grupo Nestlé desde 1992, usaban sistemas de filtración para combatir la contaminación bacteriana de algunos de los pozos de donde extraen esas aguas supuestamente puras.
Según el citado medio, al menos un tercio del agua mineral vendida en Francia ha sido tratada con alguno de estos sistemas de purificación (ultravioleta, de carbón activado o de microfiltración), que la normativa de la UE no permite para las aguas que se comercializan bajo la etiqueta de “mineral”. Para ser considerada como tal, “debe descartarse la presencia de contaminación y no debe usarse ningún tratamiento de desinfección si hay presencia de bacterias”, recuerda Sanidad.
El escándalo ha salpicado al propio Gobierno, que desde el año 2021 estaba al corriente de la utilización de estos filtros en las fábricas de Nestlé, pero permitió a la multinacional seguir utilizándolos y comercializando sus botellas, a pesar de las alertas de las autoridades sanitarias. Una comisión de investigación del Senado concluyó en mayo que el Ejecutivo francés “encubrió a Nestlé” en estas prácticas fraudulentas.
Además del engaño en la etiqueta, se ha puesto en cuestión si puede haber un problema de salud pública. En abril se reveló un caso de contaminación en su planta más mítica, la de Vergèze, en el departamento de Gard, al sur de Francia. Es donde se producen, desde hace 160 años, las icónicas botellas verdes. Esta actividad industrial es el motor económico de este municipio de unos 5.000 habitantes, a caballo entre Montpellier y Nîmes.
La agencia regional de salud detectó bacterias intestinales patógenas en algunos envases y la empresa tuvo que parar la producción de unas 300.000 botellas. En 2024 ya tuvo que destruir dos millones de envases por la presencia de bacterias fecales en uno de sus pozos. Nestlé justificó que lo hizo “por precaución”.
La Prefectura de Gard (la delegación de Gobierno en la región) encargó otro análisis, que concluyó que la pureza de los acuíferos no estaba garantizada y obligó a la multinacional a retirar sus sistemas de filtración si quiere mantener el sello de “agua mineral natural”. Hace unas semanas Nestlé aseguró haber modificado ya estos dispositivos para cumplir con la ley.
En su audiencia ante el Senado, el director general de la empresa, Laurent Freixe, admitió que el escándalo pone en peligro la marca Perrier. La multinacional, que comercializa también San Pellegrino o Vittel, lanzó hace unos meses una nueva marca, Maison Perrier, esta sin la etiqueta de mineral, de manera que sí se puede filtrar. El escándalo ha provocado un descenso del 24% en las ventas de la marca en un mercado, el de las aguas minerales, que crece a un 2,5% anual.
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