La plaza, en un primer vistazo, difícilmente llamaría la atención. Un supermercado, una tienda infantil, un centro de belleza, algún otro establecimiento. Y coches aparcados a lo largo de un cuadrado de hormigón como muchos en Madrid, o en cualquier ciudad. La mejor librería de tebeos del mundo no está precisamente en el mejor lugar. Aunque la familia Marugán, que regenta desde hace tres décadas Akira Cómics, seguramente discreparía: es su barrio de toda la vida. Ahí nacieron y se criaron Jesús e Iván, y allí los cuatro, progenitores e hijos, abrieron, en 1993, el espacio que ha cambiado su historia. Y, al menos un poco, la del cómic: jamás los Eisner (los llamados Oscar del sector) habían premiado dos veces al mismo sitio como mejor librería del planeta dedicada al noveno arte.
Akira Cómics, regentada por una familia desde hace 30 años, es el primer establecimiento que gana dos veces el premio Eisner que distingue a las mejores tiendas de cómic del mundo
La plaza, en un primer vistazo, difícilmente llamaría la atención. Un supermercado, una tienda infantil, un centro de belleza, algún otro establecimiento. Y coches aparcados a lo largo de un cuadrado de hormigón como muchos en Madrid, o en cualquier ciudad. La mejor librería de tebeos del mundo no está precisamente en el mejor lugar. Aunque la familia Marugán, que regenta desde hace tres décadas Akira Cómics, seguramente discreparía: es su barrio de toda la vida. Ahí nacieron y se criaron Jesús e Iván, y allí los cuatro, progenitores e hijos, abrieron, en 1993, el espacio que ha cambiado su historia. Y, al menos un poco, la del cómic: jamás los Eisner (los llamados Oscar del sector) habían premiado dos veces al mismo sitio como mejor librería del planeta dedicada al noveno arte.
Akira ganó en 2012. Y, de nuevo, el pasado 25 de julio. Sin moverse del Barrio del Pilar, a 13 kilómetros del corazón de Madrid. Ni tampoco de sus firmes convicciones, que han volcado incluso en un manifiesto: mezclan compromiso, vocación, estética e innovación con un modelo empresarial medido al milímetro, donde casi todo se reinvierte, pero también caben múltiples iniciativas gratuitas o donaciones a ONG como Amnistía Internacional, Cáritas o Cruz Roja.
“No somos muy similares al resto del gremio”, lo resume Jesús. Sus salas están lejos del centro, celebran tanto los libros que apenan dejan sitio a muñecos y demás mercadotecnias, y acogen habitualmente talleres, cuentacuentos o cursos de orientación, junto con un micromuseo permanente. Mitos como Goku o Spiderman vigilan la entrada. Pero el mensaje que acoge al visitante tras cruzar la puerta le da la bienvenida “a casa”.
Cada tipo de cómic también tiene su hogar en Akira. Las estanterías de tebeos estadounidenses o japoneses imitan las de esos países, y están rodeadas de guiños a ambas culturas. Los tebeos europeos se exponen dentro de una catedral auténtica, también en sentido literal: hecha de piedra, con idéntica técnica arquitectónica, aunque con vidrieras protagonizadas por Luke Skywalker, las Tortugas Ninja o Katlyn Everdeen.
Hay sitio para recrear la residencia en la Comarca del hobbit Bilbo Bosón, pero también para un ascensor interno, que optimiza el reparto. En una columna está estrellado el martillo de Thor; otra contiene un homenaje oculto a los números primos, porque las matemáticas son otra pasión de los Marugán. Arte y economía aquí también riñen, pero siempre hacen las paces. “Igual somos muy raros”, reconoce Jesús.

Fue raro el propio origen del proyecto. A principios de los noventa, Mariano Marugán quiso abandonar el sector informático y lanzar con su mujer, Justi Escobar, un negocio familiar. Pero ¿en qué ámbito? Barajaron restaurante, mecánico, cafetería. Solo los muchachos, entonces de 20 y 17 años, lo tenían clarísimo.
Padre y madre escucharon seriamente y, a su propia pasión lectora, añadieron un estudio de mercado: un colosal centro comercial cerca (La Vaguada) y un distrito con 200.000 habitantes contribuyeron a persuadirles. El 11 de septiembre de 1993 abría Akira, por el nombre del manga que adoraba Iván. En un local, al principio, de 25 metros cuadrados: ambición cultural, pero también de rentabilidad, ya desde el comienzo.
Aunque el arranque revela más sobre la identidad de la tienda: sobrevivió a la primera e inmediata crisis económica en el país, y aprendió cómo lidiar con las futuras. “Se dice que el mundo del cómic es muy bohemio, pero a la vez somos una empresa, y lo primero es sacarla adelante. Procuramos tener la librería siempre preparada para los momentos malos”, explica Jesús.
En un país sacudido por los GAL y la resaca olímpica, los Marugán supieron ver que el vaso también se estaba llenando de oportunidades: ese mismo año empezaban a despuntar las cartas Magic y el manga Dragon Ball. Apostaron por ello, y ganaron. Justo cuando, en 2008, España se vino otra vez abajo, Akira pudo permitirse ampliar plantilla más allá de la familia. Ha habido más multiplicaciones: tras dos mudanzas, se instalaron en 2004 en el espacio actual, unas 28 veces mayor que el original.
En 2010, arrancaron los cuentacuentos con cuatro niños; hoy acuden unos 120. Las propias actividades, en general, se han disparado. Y, en 2011, se atrevieron a postularse al Eisner. A la segunda, ya fue la vencida. Ex aequo con la canadiense The Dragon, que sumaba cuatro intentos.





“Nos dio por primera vez la certeza de que algo estábamos haciendo bien”, recuerda Jesús. El segundo galardón, hace poco, puso la guinda encima del pastel. Aunque dejó también un regusto amargo. Marugán lo aceptó en San Diego, EE UU, con un discurso de seis minutos hecho de agradecimientos, una mención a su abuela fallecida y una cita de J. R. R. Tolkien. Entre medias, dijo: “Es un galardón muy difícil de obtener en esta realidad distópica en la que vivimos, y no me refiero a vuestro país sino al mío”.
En España, algunos lo entendieron como un ataque al Gobierno progresista y calificaron incluso de “facha” al librero en redes sociales. Preguntado por ello, primero matiza: “De 100 mensajes, 99 nos felicitaban y uno era crítico”. Y, luego, explica: “Mi intención era decir que vivimos desde hace muchos años en una sociedad distópica por una serie de factores, como que la gente no lee, hay más tecnología que cultura, la actualidad económica hace que sea muy difícil para una librería llegar lejos. Casi lo que menos interviene es el Gobierno de turno. Maticé que me refería a España justo porque pensé que si no en EE UU podía entenderse como un discurso político”. “A nadie le importa de qué bando soy, pero, de todos modos, ¿incluso si hubiera querido criticar al Gobierno necesariamente sería de derechas? Julio Anguita [célebre y fallecido secretario general del Partido Comunista] muchas veces con el que peor se llevaba era con el PSOE. A nosotros en la familia esa lectura tan simple es lo que más nos entristece”, agrega.
El librero insiste en que nunca pensó que volvería de San Diego con una pequeña polémica. Está mucho más acostumbrado a regresar cargado de ideas: en 2012, Jenn Haines, responsable de la otra ganadora, The Dragon, fue la primera en hacerle ver la importancia de que la visita a la librería se volviera “experiencia”. Y Marugán anda constantemente apuntando en su libreta inspiraciones de las fuentes más dispares: ha sacado enseñanzas de los almacenes de muebles o los sex-shops, de Steve Jobs o Marie Curie. Del filme El fundador, sobre el surgimiento de McDonald’s, copiaron la medición perfeccionista de los espacios: hoy Akira evita agolpar a sus visitantes, por estética y para que disfruten con más pausa y placer de los libros.
En otra reunión en EE UU, escuchó la teoría del triángulo: imposible destacar a la vez por precios, calidad y stock; conviene escoger dos batallas de tres. “Algunos usuarios se quejan de que no tenemos ofertas o descuentos”, deja claro Jesús por cuáles apostó Akira. Entre tantos libros, han acumulado su propia biblioteca sobre gestión, con ensayos y reflexiones de Luis Bassat o Ferran Adrià. Y justamente la revolución gastronómica de la alta cocina es la referencia que más repite el librero. Su mayor reto, cuenta, es atraer a público no lector. Cada vez que alguien entra para sacarse una foto y termina quedándose a mirar las estanterías, Jesús Marugán se repite que ha merecido la pena.

Para esto siempre anda imaginando, visionando, diseñando. Propone obras internas, cambios, novedades. Tiene planes de aquí a cinco años. Siempre le gustó dibujar, pero dice que no daba la talla, así que se ha dedicado a “lo segundo mejor”: vender cómics. Pero la estética de Akira sí es fruto de sus lápices. Su hermano Iván somete tamaña tormenta de ideas a la prueba de los números. Si aguanta, adelante. Lo que no funciona, en cambio, se cae de las estanterías. Cuando concluyó que los pósteres no generaban suficientes ingresos, los eliminó para dejar sitio a más tebeos.
Jesús explica que están a punto de renunciar también a los funkos, acaso los muñecos con más tirón mundial en el sector: cree que están destinados a desinflarse. Su argumento, de paso, cita el tebeo Obélix y compañía, donde el guionista Renée Goscinny explicó a través de la burbuja de los menhires en 1976 delirios económicos muy contemporáneos. Además, el plan original de los Marugán siempre fue una tienda solo de cómics y libros. A eso aspiran, tarde o temprano.
Mientras, Jesús ha visto más sueños cumplidos. “El cómic en España vive un momento que ni hubiera imaginado. Yo era el que de pequeño leía a los X-Men a escondidas. Hoy está mejor que nunca”, sostiene. Habla del triunfo del manga, de que supone la mitad de las ventas de cómics y ha disparado la lectura de las generaciones más jóvenes, Z y Alpha. Relata que las mujeres ya representan la mayoría del público de Akira. Y prepara nuevas iniciativas y sorpresas para los próximos meses y años. “Tenemos que trabajar dentro del sistema capitalista, pero no lo vemos como una forma de enriquecernos. Seguimos siendo una familia de clase media. No es postureo, es como somos”, promete. Fieles a su barrio. Y a sus ideas. Así de raros, los Marugán. Así de exitosos.
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