En su primer encuentro, celebrado en Omán este sábado, los dos países acuerdan verse otra vez la semana próxima para continuar la negociación sobre un nuevo acuerdo atómico En su primer encuentro, celebrado en Omán este sábado, los dos países acuerdan verse otra vez la semana próxima para continuar la negociación sobre un nuevo acuerdo atómico
Estados Unidos e Irán se reunirán de nuevo la semana que viene para continuar su negociación sobre un acuero nuclear tras las primeras conversaciones celebradas … este sábado en Mascate, la capital de Omán. «El ambiente ha sido positivo», ha hecho saber el equipo iraní, que también ha puesto sobre la mesa el posible levantamiento de sanciones a su país.
La primera jornada ha consistido en un diálogo «indirecto» que ha durado más de tres horas. El ministro de Exteriores Abbas Araqchi y el enviado norteamericano Steve Witkoff han encabezado las conversaciones y se han dirigido uno al otro por medio de intermediarios de Omán. No obstante, los dos se han visto cara a cara al final y han intercambiado opiniones. Todo el proceso ha estado supervisado por el ministro de Asuntos Exteriores de Omán, Badr al Busaidy.
Ninguno de los dos equipos ha precisado lo asuntos que han abordado ni la fecha y el lugar de la siguiente reunión. Tampoco se esperaba mucho más. Lo importante era que EE UU e Irán iniciaran este sábado el deshielo de sus relaciones para discutir un nuevo acuerdo nuclear. El encuentro había sido catalogado de toma de contacto.
El objetivo prioritario pasa por establecer una agenda de trabajo y un calendario de reuniones, pero, sobre todo, por superar el clima de desconfianza entre los dos países. Las reticencias son de tal alcance que ni siquiera estaba claro esta mañana el formato del encuentro, que transcurre a puerta cerrada. De hecho, los dos bandos discutieron sobre si era mejor aceptar la vía estadounidense y celebrar una reunión cara a cara, o la fórmula iraní, que sitúa a los representantes en salas continguas y con intermediarios omaníes trasladando las propuestas de una a otra. Ha resultado elegida esta última.
Los analistas entienden que salir de Mascate con un simple acuerdo para volver a reunirse ya será un éxito. Como citan mddios y expertos norteamericanos, bastaría con un apretón de manos. Donald Trump fue el presidente que en 2018 retiró a Estados Unidos del pacto nuclear firmado en 2015 con las naciones adscritas al Consejo de Seguridad de la ONU, además de la Unión Europea y Alemania. Teherán se comprometió entonces a encauzar su programa nuclear solo para fines pacíficos a cambio de la reincorporación del país a los mercados internacionales.
El líder republicano hizo saltar aquel pacto, sellado durante el mandato del demócrata Barack Obama, con el argumento de que el régimen islamámico tenía la ocasión de desarrollar su propia bomba atómica. Y a continuación reanudó las sanciones contra Irán. Con esos precedentes, el portavoz de Exteriores iraní, Esmaeli Baquael, ha explicado que la misión principal de su delegación es «evaluar» las inteciones de sus interlocutores. «Reflexionaremos y responderemos en consecuencia», ha dicho el diplomático, miembro de una expedición que incluye también al viceministro de Asuntos Políticos, Majid Tajt Ravanchi, y a su homólogo de Asuntos Internacionales y Legales, Kazem Gharibabadi.
Intereses mutuos
A los dos países les interesa negociar. Irán sufre las consecuencias de décadas de sanciones, ha visto debilitada la fuerza de Hamás y Hezbolá –sus grupos aliados en la región– tras los sucesivos ataques de Israel y Estados Unidos ya ha amenazado con lanzar una ofensiva sobre su territorio si no se aviene a un trato. Ali Jmenei, el Líder Supremo, ha sentido la presión de sus asesores, quienes le han trasladado su opinión de que el régimen puede caer en caso de continuar cerrado al diálogo.
También Trump ansía un acuerdo. El Gobierno estadounidense observa con una enorme inquietud la escalada de tensiones entre Israel e Irán, que pueden generar un auténtico conflicto en el corazón de Oriente Medio. Los servicios de Inteligencia, por su parte, llevan años advirtiendo sobre la aceleración de los procesos de enriquecimiento de uranio en el régimen islámico y del peligro que acarrearía su incorporación al club de los nueve países que poseen la bomba atómica o que pusiera esta amenaza a disposición de grupos terroristas.
Tampoco hay que olvidar el ego presidencial. Trump se ha propuesto conseguir rápidamente un trío de victorias en el difícil escenario internacional: sendas treguas permanentes en Ucrania e Israel y el fin de Teherán como posible potencia nuclear. De momento, los dos primeros no han funcionado. El ejército israelí ha vuelto a la casilla de salida en la ofensiva sobre Gaza y ni Ucrania ni Rusia respetan el alto el fuego parcial acordado en sus breves negociaciones celebradas hasta ahora. La posibilidad de firmar un nuevo pacto atómico con Irán y acabar, de paso, con 45 años de incomunicación mutua se abre ahora como el posible logro más factible.
AFP

Eso sí, todo llega en medio de un contexto de amenazas directas y veladas que el portavoz diplomático iraní se esfuerza en dejar de lado. «Estamos dando una verdadera oportunidad a la diplomacia. Estados Unidos debería valorar esta decisión, tomada a pesar de aspavientos de confrontación. No prejuzgamos.», ha dicho Esmaeil Baqaei. Unas horas antes de que las delegaciones llegaran a Omán, Trump advirtió que su interlocutor nunca tendrá la bomba atómica. «Quiero que Irán sea un país maravilloso, genial, feliz. Pero no pueden tener el arma nuclear», dijo el mandatario este viernes por la noche a los periodistas que le aompañaban en el Air Force One.
Una oferta limitada
¿Resulta entendible la beligerancia de Trump, que advierte de acciones militares contra Teherán, en vísperas de unas negociaciones que intentan ser conciliadoras? La distancia entre los dos gobiernos es inmensa. EE UU quiere un desmantelamiento completo de las instalaciones nucleares iraníes mientras el régimen está dispuesto a comprometerse en reducir el enriquecimiento de uranio y permitir un control externo de sus actividades, posiblemente por parte de la Agencia Nuclear Internacional. Es decir, una oferta que apenas va más lejos del pacto de 2015, lo que dejaría en evidencia al presidente estadounidense, quien lo rompió en 2018 clamando que era un «mal acuerdo».
La reunión de este sábado supone, por otro lado, una prueba de fuego para Steve Witkoff. Sus halagos a Vladímir Putin han provocado serias dudas en el entorno de la Casa Blanca sobre la ideoneidad de haber nombrado a este empresario inmobiliario amigo de Trump como el emisario principal de las conversaciones con el Kremlin. Witkoff pasó este viernes por San Petersburgo para mantener un nuevo encuentro con el presidente ruso y este sábado ha llegado a Omán. Su agenda contiene los asuntos internacionales más cruciales de Estados Unidos y ahora debe demostrar que es capaz de manejarlos de modo simultáneo, lo que puede parecer un desafío titánico para un ejecutivo con grandes dotes como negociante, pero que nunca antes ha buceado en el programa nuclear iraní.
Enfrente del enviado de Tump se sienta Abbas Araqchi, un veterano diplomático doctorado en Pensamiento Político en la Universidad de Kent, que ingresó en 1989 en el Ministerio iraní de Exteriores y ha sido embajador en Japón y Finlandia. «Nuestra intención es alcanzar un acuerdo justo y digno, desde una posición de igualdad. Si la otra parte lo aborda de la misma manera habrá una posibilidad de lograr un entendimiento preliminar», ha dicho en vísperas de la reunión.
No obstante, analistas internacionales no descartan que la intención de Teherán consista en prolongar las conversaciones con EE UU el máximo tiempo posible mientras ofrece buenas perspectivas. De ese modo podría intentar minar las duras condiciones impuestas por Washington y relajar de paso la amenaza de una intervención militar iraelí, como han prometido Trump y el primer ministro hebrero, Benjamín Netanyahu.
Por otro lado, el próximo 18 de octubre expirará el plazo del Consejo General de la ONU para poder imponer sanciones retroactivas –lo que se conoce como snapback– al régimen islámico. Coincide esa fecha con la entrada en vigor de Rusia, aliado de Irán, en la presidencia rotatoria de este organismo. Teherán teme este mecanismo de Naciones Unidas porque podría ser un desncadente de desestabilización interna del país al recuperar las durísimas sanciones que ya se aplicaron a Irán entre 2006 y 2010, como el embargo de armas, la prohibición de procesar uranio, las inspecciones de mercancías que entran en la nación o la congelación de activos y viajes de iraníes fuera de su territorio.
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