
Un año después de la dana, la Generalitat valenciana, presidida por Carlos Mazón (PP), no ha usado aún el 74% del presupuesto de 2.364,3 millones que tiene para financiar la reconstrucción en 2025, según los últimos datos oficiales, referentes a agosto. Aunque el ejecutivo regional asegura que “en breve” publicará el balance de ejecución presupuestaria de septiembre, con resultados “bastante superiores”, los 612 millones que se han ejecutado hasta ahora (26% del total) son el símbolo de todo lo que queda por hacer por parte de todas las administraciones en los municipios a los que golpeó el agua. Porque hay auditorios, piscinas, colegios y bibliotecas todavía inutilizados. Pintadas en las paredes que recuerdan el terror del 29 de octubre. Y por el cauce del barranco del Poyo aún hoy hormiguean decenas de trabajadores que intentan prepararlo por si un día vuelve a atacar el torrente. Así, la reconstrucción apenas comienza, y lo hace entre dudas: la Generalitat ya le comunicó este verano a la Autoridad independiente de responsabilidad fiscal (Airef) que en 2025 preveía ejecutar gastos asociados a la dana por 1.694 millones, lo que implicaría dejar de usar 670 (28%).






Un año después de la tragedia, quedan múltiples infraestructuras públicas, locales o ascensores por reparar. Pero no todo se arregla con dinero: “Falta la reconstrucción humana”, se quejan las víctimas
Un año después de la dana, la Generalitat valenciana, presidida por Carlos Mazón (PP), no ha usado aún el 74% del presupuesto de 2.364,3 millones que tiene para financiar la reconstrucción en 2025, según los últimos datos oficiales, referentes a agosto. Aunque el ejecutivo regional asegura que “en breve” publicará el balance de ejecución presupuestaria de septiembre, con resultados “bastante superiores”, los 612 millones que se han ejecutado hasta ahora (26% del total) son el símbolo de todo lo que queda por hacer por parte de todas las administraciones en los municipios a los que golpeó el agua. Porque hay auditorios, piscinas, colegios y bibliotecas todavía inutilizados. Pintadas en las paredes que recuerdan el terror del 29 de octubre. Y por el cauce del barranco del Poyo aún hoy hormiguean decenas de trabajadores que intentan prepararlo por si un día vuelve a atacar el torrente. Así, la reconstrucción apenas comienza, y lo hace entre dudas: la Generalitat ya le comunicó este verano a la Autoridad independiente de responsabilidad fiscal (Airef) que en 2025 preveía ejecutar gastos asociados a la dana por 1.694 millones, lo que implicaría dejar de usar 670 (28%).
El Gobierno central, que desde 2024 lleva empleados contra el desastre 8.013 millones de los 16.600 que movilizó (48%), aprobó el 3 de marzo asignar a la Comunidad Valenciana 2.364,3 millones de euros del Fondo de Financiación a Comunidades Autónomas 2025 para la emergencia derivada de la dana. Es una cantidad máxima que el Consell no tiene obligación de utilizar, pero que sí ha presupuestado, dividiendo el total entre centenares de partidas de inversión destinadas a paliar los efectos del desastre con grandes obras, subvenciones y ayudas. En abril, las Cortes Valencianas aprobaron por unanimidad el decreto ley regional consecuente. Y ese calendario burocrático, que consumió los primeros meses del año, sirve ahora de argumento a la Generalitat para explicar que el resultado de cruzar las partidas de su presupuesto para la dana con su informe de ejecución presupuestaria a 31 de agosto arroje un 26% de obligaciones reconocidas.
“Se toman como referencia los 2.364 millones del presupuesto dana, que se aprobó el 31 de mayo”, explica un portavoz de la consejería de Hacienda de la Generalitat, que en 2024 ya solo pudo gastar 292 de los 700 millones que le libró el Estado para la dana (43%) con el mismo mecanismo que ahora. “Es una previsión de máximos con cargo a deuda, pero lo importante es que se está ejecutando todo lo necesario”, añade este interlocutor de la Generalitat, que a principios de octubre celebró haber pagado en los once meses transcurridos desde la dana de 2024 el 56% de los 1.486 millones de euros destinados a ayudas directas a familias y empresas. Y remata: “El dato del 26% corresponde al mes de agosto. Hay datos posteriores de ejecución [referenciados ya a septiembre] que son bastante superiores y se publicarán en breve”.
Este diario solicitó conocer esa fecha de publicación, para poder actualizar esta información, sin que la Generalitat la precisara.

Las dificultades de la Generalitat, y por extensión de los Ayuntamientos, para ejecutar la lluvia de dinero que debe impulsar la reconstrucción se conocen desde el verano. El gobierno valenciano le comunicó entonces a la Airef que preveía ejecutar en 2025 gastos asociados a la dana por 1.694 millones. Una previsión que la Autoridad Fiscal juzgó demasiado optimista: por eso la redujo en “unos 300 millones”, según consta en el informe correspondiente. De esta manera, la Generalitat calcula que dejará sin gastar 670 de los 2.364 millones (casi el 30%), un augurio que la entidad fiscalizadora empeora hasta casi los 1.000. Y aunque el dinero no es suficiente para hacer frente a la cicatrices de la dana, ni su ejecución depende únicamente de la Generalitat, pues también hay grandes cantidades que son responsabilidad de los Ayuntamientos y del Estado, sí que hace mucha falta.
“Hay heridas en todos los lados”, lamenta Christian Lesaec, presidente de la Asociación de damnificados Dana Horta Sud Valencia. “Desde las administraciones se ha trabajado, pero la riada que nos asoló fue enorme”, resume la ristra de bajos reventados, obras en marcha, y trabajos por hacer que aún hoy recuerdan al paseante que hace un año un torrente arrasó con todo, sembrando el terror y la muerte a su paso. “Se ha recuperado una parte importante del tejido de vida de las poblaciones. Muchas están levantando subsuelos, cambiando desagües y tuberías”, admite. Pero lamenta: “Se trabaja a nivel muy lento en infraestructuras esenciales ante nuevas danas como son los barrancos”.

En Paiporta, la zona cero del desastre, la concejal Marian Val disecciona con la precisión de un cirujano lo difícil que está siendo reconstruir su municipio un año después de que el agua lo golpeara. En este tiempo, dice, ha habido dinero: 711,8 millones de euros solo del Estado, incluyendo los pagos del consorcio de compensación de seguros. También inversiones clave: la Generalitat Valenciana gastó otros 50 principalmente para recuperar el servicio de Metro en este municipio de 29.000 habitantes. Y por haber, cuenta, hasta ha habido diálogo político: su partido, Compromís, entró en el gobierno del PSOE en julio, y por eso ella tiene la cartera de reconstrucción. Pero la vuelta a la normalidad no se atisba en el horizonte. “Seis o siete años sería un plazo hasta optimista”, avisa.
Y no ha sido por falta de dinero. Entre todas las administraciones habían movilizado hasta julio 9.240 millones de euros para todas las localidades y personas afectadas, según los informes de la Intervención general de la Administración del Estado (IGAE). Una lluvia fina de inversiones que apenas forma una gota en el océano de destrucción que dejó el agua. Y los afectados lo notan.
—Esto está todo igual que estaba.
Alejandro se lamenta a las puertas de lo que queda de su taller de Paiporta, donde hay pintada una cifra que lo dice todo: “2,35 metros”. La medida escrita en negro marca la altura a la que llegó el torrente, listo para devorarle en el interior del garaje. El lugar se hace más pequeño según habla. Tuvo que saltar de la furgoneta a una mesa. Ahí vio cómo la amenaza de la muerte subía centímetro a centímetro. Y cuando la situación ya era desesperada, logró escapar nadando hasta una ventana interior que había roto desde el otro lado su hija. Un año después, cuenta su pesadilla mientras señala el barranco del Poyo, a una acera de distancia.

Que todo sigue igual es una hipérbole, por supuesto. El 85% de las empresas industriales de la zona cero de la dana y el 70% de las urbanas han recuperado su actividad, según un informe de la Cámara de Comercio de Valencia. Los 13.000 coches que se han dado de baja en Paiporta ya no están apilados en caótico desorden por las calles, unos contra otros, tras reventar puertas, paredes y ventanas empujados por el agua. El barro ha desaparecido. Luce una pancarta colgada de un balcón: “Gràcies per l’ajuda”. El metro vuelve a circular. Y hay una estación nueva, casi futurista con su techo negro de formas triangulares.
Sin embargo, nada de eso oculta las huellas de la destrucción. Unos 3.000 niños empezaron en septiembre el curso en barracones, según la federación de padres y madres FAMPA Valencia. A principios de octubre había 1.371 coches desaparecidos entre todas las localidades afectadas. Y a finales de septiembre quedaban 780 ascensores inutilizados, según la Asociación de empresas de ascensores de la Comunidad Valenciana, lo que deja cautivos y encerrados en sus pisos a los vecinos con problemas de movilidad que dependen de ellos.

“Ha pasado un año, pero estamos empezando la reconstrucción”, reconoce Val, la concejal de Compromís en Paiporta. “El desastre fue tan gordo, y el descoloque tan grande, que se tardó mucho tiempo en reaccionar, porque entre los concejales, los técnicos y los trabajadores también había afectados”, argumenta. “Y cuando el interior de la maquinaria está tocado desde el inicio, arrancar es muy difícil”, sigue. “Luego, la reconstrucción la impulsan varias administraciones. Y a eso le añadimos toda la burocracia”, amplía. “Tenemos muchísimo que hacer”, remata mientras lidera un paseo que recorre las heridas que siguen abiertas en Paiporta un año después de la dana.
La pasarela peatonal para cruzar el cauce del barranco no se ha reconstruido. El auditorio está aún precintado y con las ventanas de cristal agrietadas. En el cauce del barranco siguen trabajando decenas de obreros, con maquinaria pesada, si no llueve. Los márgenes del cauce, y su interior, están llenos de basura y material de obra. Por haber hay hasta una caseta tirada en medio, con sus mesas desparramadas y el aire acondicionado medio descolgado.

La fachada del Ayuntamiento tiene un lado con el ladrillo al descubierto: fue destrozada por el torrente, y aún no se ha reparado. Frente a la estación del metro, los coches aparcan en el solar que dejó libre una fábrica arrastrada por el agua. A su vera, abundan los bajos desvencijados. Una silla sigue atrapada entre los barrotes de la terraza de un piso de reciente construcción cuyo edificio fue invadido por el agua. Es más fácil cruzarse con personas vestidas con mono de obra, que con vecinos. Y por la piscina municipal parece que hubiera pasado un huracán tropical. Pero no, lo que pasó fue la dana.
Eso no pasa solo en Paiporta. También ocurre en Catarroja, donde todavía son visibles los grafitis con los que los bomberos avisaban de que habían revisado un garaje; los locales cerrados; las persianas metálicas reventadas por los coches; y los negocios en reconstrucción por todas partes. O en Sedaví, donde por ejemplo el polideportivo municipal sigue en obras. La reconstrucción avanza, pero no llega a todo en los municipios afectados por la dana.
“Y no se ha intentado la reconstrucción humana, la de las familias, a las víctimas no se las ha reconocido”, lamenta Rosa Álvarez, presidenta de la Asociación Víctimas Mortales de la Dana. “[Carlos] Mazón [presidente de la Generalitat] dijo que más importante que reconstruir un puente es curar un trauma, pero las dos cosas pueden hacerse a la vez”.
Tensión política
La tensión política también ha marcado la reconstrucción. El 25 de septiembre, el vicepresidente Gan Pampols (que el próximo 5 de noviembre dejará el cargo) y la comisionada para la reconstrucción tras la dana del gobierno central, Zulima Pérez (que sustituyó al anterior tras su dimisión), comparten análisis en el club de Encuentro Manuel Broseta. Y saltan las chispas.

“No han saltado las chispas. Ha habido una crítica constante de la Generalitat, que ha querido sumarse a la reconstrucción sin estar presente, porque estaba en otros quehaceres, en gestionar cómo salía del barro”, dice ahora por teléfono Pérez. “Se han realizado las obras de emergencia para salvaguardar a la población, y para devolver las comunicaciones. Ese fue el primer paso”, arranca su enumeración. “Tenemos que ir a una segunda parte: actuaciones de reconstrucción de infraestructuras municipales y en la parte de cauces y barrancos”, sigue. “Hay un tercer escenario, adaptar las ciudades al cambio climático”, añade. “Y un cuarto, avanzar en la reconstrucción social y emocional de la zona”.
Esto contrapone el consejero Vicente Martínez Mus, titular de Medio Ambiente, Infraestructuras y Territorio: “En mi opinión, la mayor debilidad de la reconstrucción es, sin duda, la colaboración efectiva de la mayor parte de los servicios centrales del Gobierno”, opina, señalando que con ayuntamientos de todo signo no ha habido ningún problema. “Si tuviera que destacar el aspecto más positivo del proceso de reconstrucción señalaría la agilidad”, añade el representante de una administración que ha invertido 140 millones en recuperar el servicio de metro, y 205 en gestionar una tonelada de deshechos.

La inyección de 1.745 millones de euros por parte del Gobierno para reparar infraestructuras municipales fue muy bien recibida por los Consistorios. Pero de inmediato surgió el problema de cómo cumplir con los plazos con una capacidad administrativa muy escasa.
Eso se puso sobre la mesa en la reunión que mantuvo el ministro de Política Territorial, Ángel Víctor Torres, el 26 de septiembre con alcaldes afectados en Alaquàs. Por momentos, parecía una asamblea en la que los ediles de diferente signo político coincidían sobre todo en pedir al Gobierno agilidad en la tramitación de las obras y flexibilidad en la entrega de las memorias de los proyectos.
Es la horrible paradoja de la reconstrucción de la dana. Hay más dinero que nunca. Pero gastarlo no está siendo fácil. Ni ágil. En consecuencia, siguen abiertas las heridas que dejó el agua.
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