No pasó porque a veces no pasa, aunque muchas veces haya pasado antes. Si pasa siempre, aunque eso signifique la máxima felicidad, nos quedaremos sin saber distinguirla cuando llegue. Hay que perder para saber cuando se gana. ¿Cómo se valoran seis Champions de las últimas diez? Perdiéndolas. Los únicos paraísos son los perdidos, dijo Borges. No pasó porque a veces no llega el caos, no llega la histeria, no llega la mística, no llega la historia, no llega el Bernabéu; a veces, aunque parezca increíble, hace falta dar un pase al hueco y disparar a puerta. Con el fútbol hemos topado. El Madrid no es un equipo; es un estado de ánimo volcánico que a veces explota y se lleva todo por delante, como el año pasado, y otras veces permanece muerto expuesto a las fotografías de los turistas y la profanación de los adversarios: un accidente geográfico al que la gente acude a conseguir likes. Empezó la grada enfebrecida, reclamando exorcistas como solución de emergencia a un 3-0 inopinado y terminó aceptando forenses como animales de compañía, gentes oscuras que le hagan la autopsia a un equipo encomendado a la épica y el caos como Santa Teresa.
El Madrid no es un equipo; es un estado de ánimo volcánico que a veces explota y se lleva todo por delante, como el año pasado, y otras veces permanece muerto expuesto a las fotografías de los turistas y la profanación de los adversarios
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos
El Madrid no es un equipo; es un estado de ánimo volcánico que a veces explota y se lleva todo por delante, como el año pasado, y otras veces permanece muerto expuesto a las fotografías de los turistas y la profanación de los adversarios


No pasó porque a veces no pasa, aunque muchas veces haya pasado antes. Si pasa siempre, aunque eso signifique la máxima felicidad, nos quedaremos sin saber distinguirla cuando llegue. Hay que perder para saber cuando se gana. ¿Cómo se valoran seis Champions de las últimas diez? Perdiéndolas. Los únicos paraísos son los perdidos, dijo Borges. No pasó porque a veces no llega el caos, no llega la histeria, no llega la mística, no llega la historia, no llega el Bernabéu; a veces, aunque parezca increíble, hace falta dar un pase al hueco y disparar a puerta. Con el fútbol hemos topado. El Madrid no es un equipo; es un estado de ánimo volcánico que a veces explota y se lleva todo por delante, como el año pasado, y otras veces permanece muerto expuesto a las fotografías de los turistas y la profanación de los adversarios: un accidente geográfico al que la gente acude a conseguir likes. Empezó la grada enfebrecida, reclamando exorcistas como solución de emergencia a un 3-0 inopinado y terminó aceptando forenses como animales de compañía, gentes oscuras que le hagan la autopsia a un equipo encomendado a la épica y el caos como Santa Teresa.
No hubo modo. Se complicó la cosa cuando la solución en los primeros minutos empezó a ser lanzar centros por alto a un equipo que en su confección en verano no contemplaba levantar la pelota del césped ni con las manos. Siguió un penalti en contra de esos que si se buscan, se encuentran, en un córner que ya tenía el portero controlado. Se ha empezado a poner de moda ir al VAR a buscar cosas, que es como cogerle el móvil a tu pareja: siempre pasa algo, sólo hay que quererlo. No vamos a hacernos los ingenuos los madridistas porque está aún fresco el doble toque del penalti de Julián Alvarez.
La única buena noticia del partido fue gastar tiempo en averiguar si el penalti pitado por el árbitro a favor del Madrid lo era o no. Nos ahorramos el drama de saber quién lo iba a fallar otra vez, y el juego se reanudó en medio de un suspiro bellísimo del Bernabéu. Esta fue una semana divertida, irracional y con un punto de euforia suicida que tiene que ver únicamente con el ADN del Madrid, el derecho adquirido por tanta gesta disparatada. Nos hemos regalado los madridistas siete días de locura porque solo nosotros podíamos hacerlo. Esta semana de memes no se va a las vitrinas, ni falta que hace, pero las risas no se devuelven. Todos los clubes creen tener algo que les hace diferente al resto, todos los equipos presumen de que la pertenencia a ellos tiene un punto de distinción respecto a los otros que los hace únicos. Seguramente sea verdad.
Del Madrid siempre han dicho sus adversarios que es la mayoría del poder, aquello que representa el piloto automático de quienes se meten en el fútbol y eligen el blanco como las novias que no contemplan casarse de otro color. Pero lo cierto es que el Madrid, sobre todo el antimadridismo, motor fulminante del Real, ha demostrado estos días su hecho diferencial: después de recibir un 3-0 en una ida de Champions con un equipo apalizado por todos, también por el Barcelona, sin dar cuatro pases y sin estar para correr una San Silvestre, se ha pasado siete días fantaseando con una remontada que se dio tan por hecho que el partido de vuelta casi sobraba. Y esto solo pasa en el Santiago Bernabéu. Porque ha pasado antes.
Impresionante Arsenal e impresionante afición. Minuto de silencio por Leo Beenhakker y por Mario Vargas Llosa, y ni el aleteo de una mosca en la grada inglesa. Unos señores. El Madrid les devolvió la cortesía con un escrupuloso silencio cada vez que llegó al área inglesa.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Añadir usuarioContinuar leyendo aquí
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
Flecha
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma

Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario de Pontevedra. Ha trabajado en El Mundo y Onda Cero. Colabora a diario en la Cadena Ser. Su última novela es ‘Mirafiori’ (2023). En EL PAÍS firma reportajes, crónicas, entrevistas y columnas.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos
Más información
Archivado En
Deportes en EL PAÍS