Ha aprobado tres oposiciones, formaba parte de la bolsa de trabajo de secretarios judiciales y, con 40 años, prácticamente tenía la vida resuelta. Gaditano con plaza en Marbella, quienes le conocen le definen como un funcionario trabajador, que nunca improvisa. Todo cambió en septiembre pasado, cuando le tocó custodiar un sobre muy especial. Dentro había 12 valiosas palabras que daban acceso a un monedero de criptomonedas que en ese momento estaban valoradas en 18 millones de euros. Se lo llevó a su casa, los metió en el congelador, se lo pensó dos días y finalmente lo sacó para hacerle una foto a su interior y convertirse en millonario. Urdió un plan para eliminar su rastro y ampliar el número de sospechosos, porque sabía que antes o después la policía iba a saber que el dinero no estaba. No lo hizo con toda la finura que esperaba y el pasado 9 de abril fue detenido. “Existe el cibercrimen perfecto, pero no el ciberdelincuente perfecto”, subraya el inspector jefe Andrés Román, responsable de la Sección de Ciberdelincuencia de la Comisaría Provincial de Málaga que ha dirigido la investigación.
El secretario judicial de Marbella detenido por robar criptomonedas de una operación policial guardaba las claves en un rodapié de su dormitorio y había creado un plan para ocultar el rastro del delito y aumentar los sospechosos
Ha aprobado tres oposiciones, formaba parte de la bolsa de trabajo de secretarios judiciales y, con 40 años, prácticamente tenía la vida resuelta. Gaditano con plaza en Marbella, quienes le conocen le definen como un funcionario trabajador, que nunca improvisa. Todo cambió en septiembre pasado, cuando le tocó custodiar un sobre muy especial. Dentro había 12 valiosas palabras que daban acceso a un monedero de criptomonedas que en ese momento estaban valoradas en 18 millones de euros. Se lo llevó a su casa, los metió en el congelador, se lo pensó dos días y finalmente lo sacó para hacerle una foto a su interior y convertirse en millonario. Urdió un plan para eliminar su rastro y ampliar el número de sospechosos, porque sabía que antes o después la policía iba a saber que el dinero no estaba. No lo hizo con toda la finura que esperaba y el pasado 9 de abril fue detenido. “Existe el cibercrimen perfecto, pero no el ciberdelincuente perfecto”, subraya el inspector jefe Andrés Román, responsable de la Sección de Ciberdelincuencia de la Comisaría Provincial de Málaga que ha dirigido la investigación.
El relato arranca a principios de año, cuando la Policía Nacional empezó a seguir la pista de un delincuente neerlandés que se había afincado en Marbella. Se había especializado en estafas en activos digitales y lo había conseguido incluso quedándose el dinero de diversos narcotraficantes. Fue detenido el pasado 16 de septiembre en la Operación Geld por el equipo que dirige Román, que entonces también consiguió la mayor incautación de activos digitales de España: 18 millones de euros. Los traspasaron a un wallet policial y los mismos agentes le pusieron las claves. Lo guardaron en un sobre sellado, que al día siguiente custodió una secretaria judicial de Marbella. Luego tocó el turno a otro. Después pasó por las manos de la empresa de transportes, de quienes rigen las cámaras acorazadas de Sevilla y Madrid donde fue depositado. Viajó en diciembre a la Oficina de Recuperación y Gestión de Activos (ORGA), en la capital. Y cuando en enero quisieron convertir las criptomonedas en euros llegó la sorpresa: apenas quedaban restos valorados en apenas 98.000 euros. Los millones se habían esfumado.
Todo el que había estado en contacto físico con el sobre se convirtió en sospechoso: los policías que pusieron las contraseñas, los secretarios judiciales, el personal de transporte… hasta el juez del caso. “Todo era posible”, explica Román. Los especialistas de su equipo analizaron entonces los diferentes perfiles. Algunos no cuadraban en absoluto. Y uno empezó a despertar sospechas. Había un secretario judicial que llevaba poco más de un año en el Juzgado Número 1 de Marbella por una sustitución y que había comprado recientemente en la dark web un ledger, es decir, un sistema de almacenamiento que permite mantener las claves privadas fuera de línea y, así, conseguir mayor protección contra ataques online. También había buscado en la red cómo abrir un sobre sin dejar rastro. Y, además, años antes presumía de ser criptoinversor en redes sociales. Todo cuadraba. Analizaron sus movimientos, sus conversaciones. Todo cuadraba aún más porque incluso había demorado la entrega del sobre con las claves un par de días sin motivo aparente y había programado que llegara hasta la ORGA en Madrid más tarde de lo normal.
Ethereum, Bitcoins y Solana
Su plan, de hecho, no fue ejecutar el robo en cuanto tuvo las contraseñas. Esperó casi tres meses porque así podría haber más posibles implicados y su rastro podría diluirse. Lo cometió a mediados de diciembre, durante una hora y media, en su casa. Eran operaciones complejas que él conocía bien y que le permitieron sacar diferentes tokens y tres tipos de criptomonedas: Ethereum (ETH), Bitcoins (BTC) y Solana (SOL). Todo iba bien y le pudo la avaricia: quiso hacerse con todo el dinero. Por eso, incluso cuando cometió un error, volvió a repetir la operación para vaciar completamente las carteras de la policía. Hasta que justo apareció su mujer por casa, se puso nervioso y cortó la conexión. Es lo que contó después a la policía y lo que confirman los análisis de localización de su pareja.
Aquella interrupción le hizo dejarse 98.000 euros, lo único que encontraron en la ORGA al abrir el monedero electrónico. El plan era dejar enfriar sus nuevos activos durante diez años, tiempo en el que este delito prescribe. Entonces —además de que la valoración habría aumentado mucho— no tendría demasiados problemas en convertirlo en euros a través de Gibraltar o de paraísos fiscales. Sería multimillonario. La presión, sin embargo, estaba ahí: sabía que la policía le podría buscar y eso incluso le llevó a pedir asistencia psicológica, según ha podido conocer este periódico por fuentes cercanas.
Claves escondidas en un rodapié
“Había concebido un plan desde el pensamiento de que era una partida de póker en la que tenía una mano ganadora, pero no sabía la que tenía la policía en sus manos”, explica Román, que detalla que cuando los agentes ya tuvieron claro que el responsable del robo era él, lo detuvieron. Fue el pasado 9 de abril. “Yo no he hecho nada malo en el trabajo”, dijo sin darse cuenta de lo que estaba diciendo.
Primero fue reacio a hablar, pero pronto entendió una cosa. Aquel dinero que ahora tenía procedía, en su mayoría, de la actividad de organizaciones criminales. Y en cuanto estas lo supieran, le pondrían precio a su cabeza. Y al de su familia. Finalmente confesó. Dijo, delante de su abogado, las 12 palabras que él había puesto, todas en inglés, en una cadena que arrancaba con los términos year, purpose y ancient (”año”, “propósito” y “antiguo”). “Para la investigación era prioritario recuperar el dinero”, cuenta el inspector Román. Por eso se liberó cuando durante el registro del domicilio del arrestado en el área metropolitana de Málaga, los policías hallaron esos mismos vocablos en un pequeño papel arrugado y escondido en el interior de un rodapié del dormitorio. “Sabíamos que los debía tener apuntados en algún sitio porque se jugaba ser multimillonario si se le olvidaban”, apuntan desde la Policía Nacional.
Tras pasar a disposición judicial, el detenido puesto en libertad provisional, pero el juzgado de guardia de Málaga también lo suspendió de forma cautelar de sus funciones como letrado de la administración de justicia, el puesto que antes se conocía como “secretario judicial”. Además, ha elevado una petición al Ministerio de Justicia para que el investigado sea definitivamente expulsado o cesado de la Bolsa de Trabajo de Secretarios Judiciales Sustituto. El hombre ya ha perdido su trabajo aunque, gracias a su colaboración con la policía y su confesión, su pena será rebajada dos grados y, quizá, no entre en prisión. Mientras, los activos han sido convertidos ya en euros —esta vez el proceso se realizó en apenas 24 horas tras el traslado del sobre con escolta en AVE hasta Madrid— y los alrededor de 18 millones han quedado en poder, prácticamente a medias, entre el Estado español y Países Bajos, país a cargo de la investigación inicial. Lección aprendida.
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