Alcaraz vence a Davidovich y jugará la final de Montecarlo

Cada vez más reconocible y habiendo aterrizado este sábado en un hábitat natural para él, el de la antesala a lo buscado, Carlos Alcaraz sonríe, se abraza y aprueba el despliegue efectuado contra Alejandro Davidovich. Lógicamente faltan ajustes y hay que seguir puliendo ese servicio, incorporando más regularidad y limpieza en el juego, pero se adentra en su séptima final de un Masters 1000 —categoría en la que no alcanza el éxito desde marzo del año pasado— y su tenis tiene cada vez mejor color. La tierra como bálsamo. Fue duro el mes de marzo y abril empieza de otra manera, con un valioso premio a tiro. “He tenido que ser paciente, trabajar duro y creer que este momento llegaría de nuevo”, dice tras el 7-6(2) y 6-4 logrado frente al malagueño, tras 2h 09m de labor y buen masticar; “porque la gente es impaciente y quiere que llegue a la final en cada torneo, así que estoy feliz de darles esta oportunidad”.

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EL “CHICO GUAPO” QUIERE SER ALGO MÁS

Alcaraz le tiene tomada la medida a sus compatriotas. Hasta ahora, el murciano se ha adjudicado 18 de los 21 encuentros contra tensitas españoles; tan solo Jaume Munar (Marbella 2021) y Rafael Nadal (Madrid 2021 e Indian Wells 2022) se han impuesto a él. Desde aquella derrota en California, el de El Palmar enlaza 13 victorias.

Ahora puede inscribir su nombre en el historial de Montecarlo, donde en 22 de las 35 ediciones desde que fue catalogado como Masters 1000, en 1990, ha figurado un español en la final. Previamente lo consiguió Manolo Orantes.

En un principio, el episodio de este domingo estaba programado para las 15.00, pero el pronóstico —en torno a un 25% de probabilidades de lluvia— ha obligado a la organización a adelantarlo tres horas por si hay interrupciones.

Enfrente de Alcaraz estará Musetti, un competidor tan estético como inacabado. No termina de romper del todo el de Carrara. Pero advierte: “Quiero dejar de ser visto como el chico guapo que no sabe sufrir”. Los precedentes están en su contra (3-1), pero desconfía Alcaraz: dejó una advertencia en la final de Hamburgo de 2022.

A ello se añade su recorrido en el torneo, muy meritorio: tras el aperitivo de Yunchaokete, el transalpino ha batido a Lechecka, Berrettini, Tsitsipas y De Miñaur. Es decir, llegará con fuerza.

 El murciano vence al malagueño por 7-6(2) y 6-4 (tras 2h 09m) y se medirá este domingo (12.00) con Musetti (1-6, 6-4 y 7-6(4) a De Miñaur)  

Cada vez más reconocible y habiendo aterrizado este sábado en un hábitat natural para él, el de la antesala a lo buscado, Carlos Alcaraz sonríe, se abraza y aprueba el despliegue efectuado contra Alejandro Davidovich. Lógicamente faltan ajustes y hay que seguir puliendo ese servicio, incorporando más regularidad y limpieza en el juego, pero se adentra en su séptima final de un Masters 1000 —categoría en la que no alcanza el éxito desde marzo del año pasado— y su tenis tiene cada vez mejor color. La tierra como bálsamo. Fue duro el mes de marzo y abril empieza de otra manera, con un valioso premio a tiro. “He tenido que ser paciente, trabajar duro y creer que este momento llegaría de nuevo”, dice tras el 7-6(2) y 6-4 logrado frente al malagueño, tras 2h 09m de labor y buen masticar; “porque la gente es impaciente y quiere que llegue a la final en cada torneo, así que estoy feliz de darles esta oportunidad”.

No es una victoria de excesivos brillos, pero sí de oficio, de convicción. Mucho error por una y otra parte —40 y 28 no forzados, respectivamente— y mayor inspiración al resto que al saque, pero en todo caso guía por primera vez al murciano hacia el espacio que exploraron en su día los finalistas Orantes, Bruguera, Moyà, Ferrero, Corretja, Verdasco, Ferrer o Costa, además de Albert Ramos y el propio Davidovich. Plaza mayor la de Montecarlo, territorio histórico de Nadal (11 títulos) y que ahora aspira a hacer suyo Alcaraz, citado este domingo (12.00, Movistar+) con el italiano Lorenzo Musetti (1-6, 6-4 y 7-6(4) a Alex de Miñaur). Su camiseta en tono lila refleja el sudor, cosa rara. Pero tocaba arremangarse otra vez. “He intentado aprovechar las oportunidades que me ha dado. Él ha salvado muchas bolas de break [16 de 19] y de partido [6], pero creo que tácticamente he jugado un gran partido. El de hoy es el mejor que he jugado aquí”, valora. Aun así, matiza: “Puedo hacerlo mucho mejor”.

En los últimos tiempos hay runrún en torno al rendimiento de Alcaraz desde el exterior, una ligera sensación de pérdida de fe. Más allá de su mayor o menor nivel, desde la última primavera y el oro veraniego de París no ha conseguido ningún trofeo de relumbrón; parecen saber a poco los de Pekín y Róterdam, ambos de categoría 500, pero lo cierto es que a partir del otoño ha frecuentado las cotas finales de los torneos —salvo alguna excepción, caso de reciente de Miami— y hoy por hoy, los datos de la carrera anual (race) transmiten que es el mejor tenista de esta temporada. Ya suma más puntos que el sancionado Jannik Sinner y el bocado puede ser aún más importante si vence este domingo y logra su segunda muesca de la temporada tras la de Holanda en febrero. De hecho, si lo hace desbancaría del segundo puesto del ranking al alemán Alexander Zverev. En el paso previo ante Davidovich hay tramos incómodos, pero también jerarquía.

Decía Alcaraz el día anterior, después de haber levantado el partido a contracorriente contra el francés Arthur Fils, que la diferencia en el tenis de hoy día suele estar en los matices de los instantes importantes. Lo demuestra una vez más el desenlace de este primer parcial que transcurre a trompicones, indecisos los dos, tira uno y luego lo hace el otro y cuando el primero amaga con irse, el segundo se reengancha merced al reguero de imprecisiones. Se hace de rogar la linealidad, no cabe duda. El caso es que, a la hora de la verdad, prevalece el talento rebosante del murciano, quien lo mismo se inventa una derecha que alcanza los 165 km/h que traza la exquisitez a contrapié, la caricia más delicada, si no encuentra oportunamente la colaboración del rival, con todo a favor en el punto y al final, bola al pasillo o larga. Así se las gasta él, tenista polifacético, entre dos mundos estos días sobre la arena del Principado.

Una vez más, se contempla a un Alcaraz que actúa a ráfagas, discontinuo, en algunos instantes fallón o precipitado; pero más que lógico, teniendo en cuenta que no competía sobre arcilla desde principios de agosto y que la adaptación, siempre compleja, seas de la estirpe que seas, requiere siempre de entrenamientos, kilometraje y partidos. Va ganando cuerpo el proceso y qué mejor que encadenar buenos resultados, especialmente significativo el de los cuartos ante Fils, porque triunfos así valen doble. También es valioso este tan trabajado contra Davidovich, que a pesar de ir a remolque todo el rato vende cara la derrota. No llega a intimidarle de verdad el malagueño, pero está ahí todo el rato y en su caso, eso es oro. Crecimiento para un jugador muy ciclotímico que precisa de creérselo más, de aprender a no volver la cara cuando van torciéndose las circunstancias.

Si realmente quiere dar un salto, sabe que todo pasa por ahí y actúa esta vez en consecuencia. Estira Alcaraz y reacciona él, del 5-2 al desempate en un primer acto que ha comenzado desgobernado, con tres roturas en los seis primeros juegos; y en el segundo, continúa apretándole la soga al andaluz, pero ahí que aguanta, ahí que se revuelve él, ahí que le dice al de enfrente: amigo mío, no va a ser tan fácil. De ninguna manera, El tercer juego se dilata durante 12 minutos y salva hasta ocho opciones de quiebre; no es casualidad, detrás está el trabajo diario. No obstante, todo va encaminándose hacia lo irremediable porque Alcaraz lo ve cerca y no quiere excesos innecesarios ni épica alguna; sencillamente ganar, otra final al contador —son ya 23 desde el ingreso en la élite— y tiempo ahorrado, que en menos de 24 horas arrancará otra vez y el Godó —debutará el martes— también está a la vuelta de la esquina.

Si en el primer set le ha costado ponerle el lazo, en este también le exige Davidovich, que se invierte en la dejada y volea con valentía en la red y arenga a la grada, desde donde observa la gente chic que se mueve por el club y algunos huéspedes futboleros: Totti, Dybala, Deschamps. A los dos primeros —el tercero era de perfil obrero, al servicio del artisteo— les entusiasman las virguerías con la pelota, de la misma forma que la raqueta es una extremidad más para Alcaraz y este convierte en arte aquello del golpeo; así, suavecito, con mucho tacto y como quien toca el arpa, engañando para arrancar aplausos. Se le va un resto a la red, después se le va por el fondo, luego se ceba… Como si ninguno quisiera ganar el juego, hasta que resuelto ese nudo, el último crédito del malagueño, se cierra el duelo. Baila la bola sobre la coronilla de la red, pero ese último mazazo del murciano es inalcanzable.

ANTE EL “CHICO GUAPO” DE HAMBURGO

A. C.

Alcaraz le tiene tomada la medida a sus compatriotas. Hasta ahora, el murciano se ha adjudicado 18 de los 21 encuentros contra tensitas españoles; tan solo Jaume Munar (Marbella 2021) y Rafael Nadal (Madrid 2021 e Indian Wells 2022) se han impuesto a él. Desde aquella derrota en California, el de El Palmar enlaza 13 victorias.

Ahora puede inscribir su nombre en el historial de Montecarlo, donde en 22 de las 35 ediciones desde que fue catalogado como Masters 1000, en 1990, ha figurado un español en la final. Previamente lo consiguió Manolo Orantes.

En un principio, el episodio de este domingo estaba programado para las 15.00, pero el pronóstico —en torno a un 25% de probabilidades de lluvia— ha obligado a la organización a adelantarlo tres horas por si hay interrupciones.

Enfrente de Alcaraz estará Musetti, un competidor tan estético como inacabado. No termina de romper del todo el de Carrara. Pero advierte: “Quiero dejar de ser visto como el chico guapo que no sabe sufrir”. Los precedentes están en su contra (3-1), pero desconfía Alcaraz: dejó una advertencia en la final de Hamburgo de 2022.

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