Tras su devastador efecto en Haití y Jamaica, donde se cayó el sistema eléctrico, comenzó a perder fuerza al tocar el sureste de Cuba Tras su devastador efecto en Haití y Jamaica, donde se cayó el sistema eléctrico, comenzó a perder fuerza al tocar el sureste de Cuba
La naturaleza ha vuelto a cebarse con el país más pobre del hemisferio occidental, Haití, donde este miércoles un devastador huracán de categoría 5 había … dejado ya al menos 40 muertos, entre ellos varios niños. Decenas de personas seguían desaparecidas, mientras continuaba la evacuación masiva en medio de la lluvia, por lo que se espera que la cifra aumente.
Las lluvias torrenciales que acompañan al huracán Melissa desbordaron el río La Digue y provocaron la inundación de al menos 160 casas en el pueblo de Petit-Goâve, al sur de la isla, donde el técnico municipal Ronald Louis lanzó un llamado desesperado: «Las necesidades son inmensas», describió. «Agua potable, ropa, saneamiento, maquinaria pesada …».
Jamaica recibió el primer embate de este monstruo con vientos sostenidos de casi 300 kilómetros por hora, que lo convierten en uno de los fenómenos más intensos que se hayan registrado nunca en el Atlántico. Aun así, todo apunta a que, pese a las desgracias registradas, el país se libró del escenario bíblico que anticipaba la catástrofe del siglo. ‘Melissa’ tocó tierra en la localidad de New Hope, al suroeste de la isla, provocando olas gigantescas que llegaban a los tejados. «No hay infraestructura que pueda soportar un huracán de categoría 5», admitió el primer ministro jamaicano, Andrew Holness, al declarar el estado de emergencia.
Tras una noche de terror en la que nacieron tres bebés en la oscuridad, el país se había levantado con ocho víctimas mortales en las zonas del Black River y Gallon Beach, a falta de que las carreteras anegadas y las montañas deslavadas permitieran una evaluación más concienzuda. El 70% de la isla seguía sin electricidad, mientras iban llegando lentamente imágenes de la devastación, con tendidos eléctricos desplomados, árboles sobre los tejados y hospitales estructuralmente dañados.
«No hay ventanas ni puertas, todo ha salido volando. Todo está empapado», relató una mujer jamaicana
«Estoy mirando a mi casa y veo que se han volado tantas cosas», lamentaba Empress Thadi Wise, una vecina de Treasure Beach, en una entrevista telefónica con Associated Press. «No hay ventanas, ni puertas, todo ha salido volando. No sé por dónde empezar, todo está empapado». Era la segunda vez en poco más de un año que se enfrentaba a la devastación de su hogar, después de tener que reemplazar el tejado este mismo invierno, por el azote del huracán ‘Beryl’ el año pasado. Los jamaicanos admitían que ‘Beryl’ había sido «un juego de niños» en comparación a ‘Melissa’, pero sirvió para ponerlos sobre aviso de las consecuencias. Como propietaria de un estudio de yoga en esa localidad costera, la mujer se había puesto a salvo al resguardarse con su madre y su hija en casa de una amiga.
AFP
De momento, las autoridades se sentían satisfechas de haber podido poner a salvo a 750.000 personas, entre ellas 25.000 turistas alojados en albergues, quienes, según el ministro de Sanidad, Edmund Bartlett, se encontraban «en buena salud». Apenas dos atendidos con rasguños. El aeropuerto internacional de Norman Manley en Kingston tenía previsto reabrir este mismo miércoles para recibir ayuda humanitaria. Para este jueves se espera que puedan aterrizar ya vuelos comerciales a llevarse a los turistas que desearan evacuar. El de Montego Bay aún evaluaba los daños.
Intensidad récord y lentitud
Lo que hacía a Melissa particularmente peligrosa no era solo su velocidad máxima o su categoría, sino la conjunción de una intensidad récord y su lentitud en movimiento, que prolongaba el impacto y favorecía el desbordamiento de los ríos, con trombas de agua incesantes. Las temperaturas de la superficie del mar Caribe a más de 30 °C resultaban inusualmente cálidas para esta época del año de casi noviembre. Esa humedad alimentaba el fenómeno atmosférico y le servía de combustible, lo que permitió una rápida intensificación de la tormenta sobre montañas de tierras anegadas, como las Blue Mountains jamaicanas, que ya no podían absorber más agua.
‘Melissa’ comenzó a ralentizarse y perder fuerza una vez que descargó su furia sobre el sureste de Cuba. Allí el gobernador de la provincia de Granma describió en las redes sociales «una noche interminable», en la que los vientos huracanados de hasta 200 kilómetros por hora arrancaron los árboles de cuajo y se llevaron volando los tejados. La electricidad, uno de los puntos flacos de Cuba, había sido suspendida, pero el Gobierno aseguró haber mandado a sus mejores técnicos a restaurarla. «Nos recuperaremos», prometió el presidente, Miguel Díaz- Canel.
Luz, internet y telefonía celular eran algunos de los servicios más comunes que desaparecieron al paso de ‘Melissa’. Relegado ya a categoría 2, el fenómeno continuaba este miércoles su curso hacia las Bahamas, aún con vientos de 160 kilómetros por hora, que lo hacían «extremadamente peligroso», advirtieron las autoridades de Nassau, por temor a que la población bajase la guardia. Más de 1.500 personas se encontraban bajo órdenes de evacuación forzosa.
Las alertas de marejadas, inundaciones costeras y lluvias torrenciales seguían activas incluso en las islas del Atlántico Norte. ‘Melissa’ no solo era solo una emergencia del momento, sino un aviso: las pequeñas naciones insulares están cada vez más expuestas, y la reconstrucción no será solo levantar techos, sino repensar resiliencia, infraestructura e incluso relaciones globales de ayuda.
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