Desde que la sonda Solar Parker fue lanzada al espacio en 2018, ha sorteado una serie de hazañas con éxito. En 2021 se convirtió en la primera nave espacial en tocar el Sol sin acabar derretida ante las elevadas temperaturas del astro rey: entonces, se adentró durante varias horas en su atmósfera. Un año después, resistió una colosal explosión solar y el pasado mes de noviembre, sobrevoló Venus sin desintegrarse, lo que ajustó su trayectoria orbital final. Este suceso hará posible que Parker este martes se acerque a poco más de seis millones de kilómetros de la superficie de nuestra estrella, lo que es casi el doble de cerca que en su incursión de hace tres años.
La sonda de la NASA se internará esta Nochebuena en la atmósfera de la estrella, a más de un millón de grados de temperatura, para intentar desvelar el enigma de por qué está mucho más caliente que su superficie
Desde que la sonda Solar Parker fue lanzada al espacio en 2018, ha sorteado una serie de hazañas con éxito. En 2021 se convirtió en la primera nave espacial en tocar el Sol sin acabar derretida ante las elevadas temperaturas del astro rey: entonces, se adentró durante varias horas en su atmósfera. Un año después, resistió una colosal explosión solar y el pasado mes de noviembre, sobrevoló Venus sin desintegrarse, lo que ajustó su trayectoria orbital final. Este suceso hará posible que Parker este martes se acerque a poco más de seis millones de kilómetros de la superficie de nuestra estrella, lo que es casi el doble de cerca que en su incursión de hace tres años.
Esta Nochebuena —a las 12:48 del mediodía, hora peninsular española—, la sonda alcanzará una velocidad de 692.000 kilómetros por hora para aproximarse al máximo solar, la fase de mayor actividad del Sol que ocurre cada 11 años. Y el escudo térmico de carbono de 11,43 centímetros de espesor de la sonda soportará temperaturas de más de un millón de grados. El encuentro se consagra como uno de los mayores hitos de la carrera espacial, asegura Teresa Nieves Chinchilla, heliofísica española y directora científica en la NASA de otra misión, la Solar Orbiter, que investiga el campo electromagnético de la estrella. “La Solar Parker es el objeto más rápido que el ser humano haya construido. No hay combustible suficiente para llevar a las naves a grandes distancias, así que lo que hicimos fue usar la asistencia gravitacional de Venus para modificar la trayectoria”, cuenta desde Washington (EE UU) esta experta del Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA, que lleva dos décadas estudiando el astro principal del sistema solar.
La nave, de tres metros de largo, despegó el 12 de agosto de 2018. Desde la Tierra, que se encuentra a una distancia media de 150 millones de kilómetros del Sol, ha ido recorriendo nuestro vecindario cósmico, acercándose gradualmente al astro y recopilando mediciones e imágenes sobre su comportamiento, mediante instrumentos como una antena y varios magnetómetros. El propósito de la misión es descifrar por qué algunas capas de la atmósfera solar pueden alcanzar temperaturas de un millón de grados, mientras que se estima que la superficie visible —la fotosfera— está a unos 5.000 grados. En esta oportunidad, la Solar Parker sobrevolará de nuevo la corona, la capa más externa de la atmósfera solar compuesta por plasma. Aunque se trata de la distancia más cercana al Sol que ha alcanzado jamás un objeto lanzado al espacio por el ser humano, seis millones de kilómetros son —a escala de nuestro planeta— una gran distancia: 15 veces mayor que la que separa a la Luna de la Tierra.
Esta parte de su estructura es mucho más caliente que la superficie del Sol, un enigma que la comunidad científica espera resolver en el encuentro sin precedentes. El campo de visión de los telescopios que intentan iluminar esa cuestión desde la Tierra —en observatorios como los de Hawái, Chile y Canarias— es bastante limitado porque está en el rango de lo visible. La cromosfera y la corona emiten una luz que solo se puede observar y estudiar adecuadamente durante un eclipse solar, cuando la Luna pasa entre el Sol y nuestro planeta. “Esa información la utilizamos para tener ese puzle de conocimiento de cómo el Sol es fuente de radiación, cómo afecta a nuestra magnetosfera y cómo influiría en el futuro de la exploración humana”, explica Nieves Chinchilla.
Las futuras misiones a Marte y la Luna
Entender el comportamiento de las capas de la estrella es crucial para descifrar el origen y la evolución del viento solar. Las tormentas solares pueden ser una amenaza para los astronautas, causar daños en el tendido eléctrico e interferir en las comunicaciones por satélite de nuestro planeta. “Esto ha ocupado a la ciencia por décadas y esa hebra era una de las razones por las que queríamos llegar al Sol”, asegura la científica.
La tormenta solar del pasado mes de mayo, por ejemplo, no solo afectó a la Tierra, sino también a Marte. Según Nieves Chinchilla, la radiación que hubiese recibido un astronauta sería equivalente a 30 radiografías de rayos X. “Queremos evitar esto, porque aunque no resulte mortal, es dañino. Para hacer esas predicciones, necesitamos conocer cómo funciona el Sol”, sostiene. La misión —junto a Solar Orbiter de la Agencia Espacial Europea que investiga los polos— es importante para la planificación de futuros viajes espaciales, como el programa Artemis que recientemente ha sufrido un nuevo retraso —la NASA ya no espera que un ser humano vuelva a pisar la Luna antes de 2027— y la posible misión humana al planeta rojo en la década de 2030.
Con este encuentro histórico, la sonda Solar Parker habrá completado 24 órbitas al Sol y esta será la primera de varias aproximaciones sucesivas que efectuará hasta junio de 2025, durante la fase final de la misión. El proyecto y la nave llevan el nombre del estadounidense Eugene Parker (1927-2022), un astrofísico que revolucionó el estudio del Sol y desarrolló una serie de teorías sobre el viento solar y las estrellas.
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