Pitar a Vini en el Bernabéu, la última bobada

Pitar en el Bernabéu a Vinicius en abril, mientras te juegas la Liga y a tres días de jugarte la Champions, después de clasificarte para la final de Copa gracias a él, y cuando en otros campos llevan llamándole “mono” o deseándole la muerte desde que tenía 18 años, es propio de ese madridismo llanito y palillero que no se termina de erradicar del todo: el aficionado que atiende reflexivo, rascándose el coco, a las razones que el antimadridismo esgrime, en su enésima y divertida última misión, para que el Madrid venda al mejor jugador del mundo a sus 24 años. Claro que sí. Y traer a Elvir Balic. Revestidas de serenidad y solemnidad, pomposas hasta tener que sentarse para coger aire, se reproducen aquí y allá voces sobre el alborotador Vinicius, el maleducado Vinicius, siempre viralizado bajo cortes y audios televisivos proporcionados por la empresa de un socio del Barcelona y fundada por su avalista. No hay que vender bufandas en el Bernabéu: hay que vender encerados.

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 La agenda Vinicius, ese airecillo reprochador que se cuela primero por las ventanas y acaba con un señor pidiendo su venta a Arabia (no piden aún su venta al Barça, pero dadles tiempo), se ha instalado de manera ignorante en una parte del estadio  

SIEMPRE ROBANDO
Opinión

Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La agenda Vinicius, ese airecillo reprochador que se cuela primero por las ventanas y acaba con un señor pidiendo su venta a Arabia (no piden aún su venta al Barça, pero dadles tiempo), se ha instalado de manera ignorante en una parte del estadio

Vinicius tras el primer gol del Valencia ante el Real Madrid en el Bernabéu.
Manuel Jabois

Pitar en el Bernabéu a Vinicius en abril, mientras te juegas la Liga y a tres días de jugarte la Champions, después de clasificarte para la final de Copa gracias a él, y cuando en otros campos llevan llamándole “mono” o deseándole la muerte desde que tenía 18 años, es propio de ese madridismo llanito y palillero que no se termina de erradicar del todo: el aficionado que atiende reflexivo, rascándose el coco, a las razones que el antimadridismo esgrime, en su enésima y divertida última misión, para que el Madrid venda al mejor jugador del mundo a sus 24 años. Claro que sí. Y traer a Elvir Balic. Revestidas de serenidad y solemnidad, pomposas hasta tener que sentarse para coger aire, se reproducen aquí y allá voces sobre el alborotador Vinicius, el maleducado Vinicius, siempre viralizado bajo cortes y audios televisivos proporcionados por la empresa de un socio del Barcelona y fundada por su avalista. No hay que vender bufandas en el Bernabéu: hay que vender encerados.

La agenda Vinicius, ese airecillo reprochador que se cuela primero por las rendijas de las ventanas y acaba con un señor del Madrid encarnado en los aledaños del estadio pidiendo su venta a Arabia (no piden todavía su venta al Barcelona, pero dadles tiempo, que la pedirán y rebajado), se ha instalado de una manera tan ignorante en el Bernabéu, el único lugar del mundo en el que Vinicius corre —corría— en paz, que no hay manera de mirar para otro lado sin sentir vergüenza. Los errores de juego que se le reprochan a Vinicius son trasladables a Mbappé: penaltis decisivos fallados, desconexión y falta de sacrificio defensivo. Que se hubiese silbado a Mbappé en algún momento de la temporada hubiera sido, sino comprensible, no desde luego escandaloso, al fin y al cabo es su primer año. Pero que se tome con Vinicius, después de dos Champions con goles en rondas decisivas incluidas, también en las finales, y tres Ligas, y nueve títulos más, es para detenerse en las razones. Como si, al tener un carácter tan explosivo y límite en el campo, su listón de tolerancia en la grada estuviese más bajo que los demás. Pero el Madrid —cualquier grande— siempre tuvo en el once a uno o dos caníbales. No se trata de que sea impune por “lo que nos ha dado”, sino por lo que nos está dando, incluida esta temporada: sin ser la mejor, ha levantado al equipo en cuatro o cinco partidos que valen o pueden valer un imperio.

Sí, todos nos hemos cansado en algún momento de algunas de las chorradas de Vinicius, muchas difundidas sin contexto (extirpada la provocación, pareciera que Vinicius anda por ahí empujando a la gente por la calle). También nos daba apuro muchas cosas de Cristiano, y en esa desproporción mediática (la que provocaban los futbolistas blancos y la que provocan los demás) se va el madridismo moviendo desde hace tiempo sin más reacción que encogerse de hombros: cositas de estar arriba. Pero que una parte de la afición, siempre la más distraída, siempre la más absurda, haya comprado el discurso de que Vinicius sobra en el Madrid (lo ha comprado de verdad, quieren fichar a alguien más educado, quizá Iñaki Gabilondo), es motivo real de preocupación. No pasarle una a Vinicius, pitarle después de un mal partido o una actitud pasota, castigarle por asuntos de los que casi nadie está exento este año en el Madrid, es querer manchar una historia madridista irreprochable: joven caro llega a club grande; fallón y objeto de burla, se dedica dos años después a reivindicar el fútbol samba y pasarle la mano a las mejores defensas de Europa. Como pitar a Napoleón en París al volver de Austerlitz porque pisó una gallina.

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Sobre la firma

Manuel Jabois

Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario de Pontevedra. Ha trabajado en El Mundo y Onda Cero. Colabora a diario en la Cadena Ser. Su última novela es ‘Mirafiori’ (2023). En EL PAÍS firma reportajes, crónicas, entrevistas y columnas.

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