Los mejores expedientes quieren estudiar Medicina, pero preocupa que su motivación no sea la vocación sino el prestigio

Una técnico del departamento de anatomía de la Universidad de Alicante prepara el material didáctico para una clase de Medicina, este septiembre.

La pandemia ha desatado en España una auténtica fiebre de estudiar Medicina. Las aulas se llenan de alumnos brillantísimos ―con al menos un 12,4 sobre 14 de nota de corte en el ingreso―, pero en ocasiones se matriculan no llevados por la vocación, sino por influencia del entorno. Es un problema incipiente que inquieta a las universidades y las administraciones. En los 35 campus que ofertaron el grado en 2023 hubo 70.000 preinscripciones en Medicina ―no corresponden a número de aspirantes, muchos se preinscriben en distintas autonomías― para 6.653 plazas, frente a 43.000 solicitudes de 2014. Es decir, hubo 10,7 aspirantes por cada silla. Además, 14 privadas ofertaron otras 2.200 plazas.

Seguir leyendo

 Las administraciones cuestionan si tras el furor por cursar el grado hay “expectativas económicas” y un interés menos relacionado con el servicio público  

La pandemia ha desatado en España una auténtica fiebre de estudiar Medicina. Las aulas se llenan de alumnos brillantísimos ―con al menos un 12,4 sobre 14 de nota de corte en el ingreso―, pero en ocasiones se matriculan no llevados por la vocación, sino por influencia del entorno. Es un problema incipiente que inquieta a las universidades y las administraciones. En los 35 campus que ofertaron el grado en 2023 hubo 70.000 preinscripciones en Medicina ―no corresponden a número de aspirantes, muchos se preinscriben en distintas autonomías― para 6.653 plazas, frente a 43.000 solicitudes de 2014. Es decir, hubo 10,7 aspirantes por cada silla. Además, 14 privadas ofertaron otras 2.200 plazas.

Un decano de Medicina en la Complutense, Jesús Millán, reflexiona sobre esta motivación en un artículo en la web de la facultad: “Hay quien sostiene que, antes del ingreso, sería conveniente conocer cuáles son las razones que han llevado al candidato hasta allí. Y, con ello, abrir la posibilidad de conocer sus valores personales. Las facultades de Medicina también tendrían que tener esto en consideración”. Millán sostiene que, más allá del “impulso vocacional”, los bachilleres están “influenciados por razones externas”, como la familia, la visión social de la profesión, el interés por áreas concretas de conocimiento, la visualización de modelos atractivos o “expectativas económicas más o menos fundadas” (es la carrera mejor pagada de España, los médicos ganan un sueldo medio de 38.273 euros a los cuatro años de graduarse). Y remarca que, para ser un buen facultativo, resulta fundamental la “capacidad de entrega y sacrificio, generosidad, altruismo…”.

El Ministerio de Sanidad confirma que este tema se trató de manera informal en una reunión interterritorial del ramo, que reúne a la cartera con representantes de los gobiernos autonómicos, en abril de 2023. El departamento considera que se trata de un debate mundial, que no se circunscribe solo a España. La European Junior Doctors Association publicó en 2023 un informe basado en una encuesta en el que no pone en duda la vocación de los nuevos, pero no ejerciendo a cualquier precio: “Los médicos residentes no se sienten identificados con la idea de un trabajo ‘vocacional’. A pesar de sentir interés y pasión por su profesión, estos sentimientos no son su única motivación para continuar. También esperan una remuneración económica por todo el tiempo trabajado, buenas condiciones laborales y sentirse valorados por el esfuerzo”.

¿Pasa factura esta falta de vocación? “Existen antecedentes publicados en los que se demuestra que hay una clara correlación entre las motivaciones y el desempeño futuro de la profesión”, subraya el decano. “Entre ellas, el ‘deseo de ayuda a los demás’ suele ser una motivación cualitativa y cuantitativamente determinante del éxito”. El Consejo Estatal de Estudiantes de Medicina no tiene una posición sobre este asunto, pero su presidente, Markel Gamarra, expresa su propia opinión. “Es innegable que un médico tiene que ser solidario, empático, con compromiso con su trabajo y la salud de sus pacientes. Pero es el trabajo del sistema educativo y del sanitario inculcar estos valores a los estudiantes de Medicina, no exigírselos a priori”, sostiene este alumno de quinto curso. Discrepa, por tanto, con Millán en la idea de conocer las razones de los candidatos para elegir estudiar la carrera: “Es un juicio inviable de implementar. El estudiantado es un grupo heterogéneo, y no existe como tal un perfil definido de como es un buen médico, si acaso un espectro”.

Juan José Giner, vicedecano de Químicas y miembro de la comisión de acceso de nuevos alumnos a la Universidad de Córdoba, comparte este razonamiento. “Me preocupa que la profesión médica se vea más como algo de éxito económico, de reconocimiento… que como un servicio a la comunidad altruista. Que detrás haya algo más instrumental que humanístico”, subraya. Y añade: “Como las notas se han inflado muchísimo, un tercio del alumnado llega por encima del ocho, se generan unas falsas expectativas. Antes con un 9 [sobre 10] elegías la carrera que querías. Y luego hay la presión social, familiar, lo que ven en las redes sociales…”. “En resumen, hemos generado un pasillo único en el que todos los estudiantes aspiran a estudiar Medicina porque es la solución a todo; cuando no es real. Hay muchas opciones universitarias en las que desarrollarte como persona y ciudadano”, sintetiza.

Giner participa en encuentros con bachilleres. “Hacemos un anuncio amable, pero los profesores de Medicina suelen ser casi hasta disuasorios. Remarcan lo dura que es la carrera, porque tienen que lidiar con el paciente y con su entorno”. Cristina Beltrán, también profesora en Córdoba, pero de medicina legal, incide en ello en las redes: “No será porque no se les dice e insiste en las charlas PACE [Plan Anual de Captación de Estudiantes]. A ellos y a los orientadores. En nuestra presentación del centro hay diapositivas específicas para este tema. Le dedicamos más tiempo a esa cuestión [la dureza de la profesión] que a decirles lo estupendas que son nuestras instalaciones”.

El psicólogo Juan de Vicente Abad, orientador en el instituto público Miguel Catalán de Coslada (Madrid), tiene exalumnos estudiando Medicina, pero más de Enfermería ―con trabajo casi asegurado tras cuatro años de estudios―, Psicología o el grado de FP Superior en Anatomía Patológica, que sirve de puente para terminar siendo doctor. Este es el mes de la salud y los estudiantes reciben asesoramiento de profesionales de la enfermería, la medicina, la psicología o veterinaria. “Los alumnos tienen que saber que estudiar Medicina es un sacerdocio de 10 años [seis de carrera más cuatro de MIR (Médico Interno Residente)] y que ese es el punto de partida”, explica. “En España tiene mucho prestigio social ser médico, como en los países nórdicos los mejores expedientes van a la educación”.

De Vicente Abad apunta cómo los candidatos pueden tener una salud mental muy precaria por su autoexigencia. “Entrar en Medicina les provoca mucha ansiedad, están muy pendientes de las notas”, se preocupa. Este sentimiento no desaparece luego: el 21,5% sufre altos niveles de ansiedad y el 45% de los de sexto curso presenta burnout, síndrome de estar quemado, según los datos del artículo Depresión, ansiedad, agotamiento y empatía entre los estudiantes de Medicina españoles (DABE), basado en 5.200 entrevistas.

Álvaro Ruiz de la Sierra, coordinador del departamento de Orientación de los colegios SEK, no ha visto crecer el interés en Medicina en estos centros privados, salvo el año de la pandemia (2020/2021). Un 3% termina estudiando esta titulación. “Antes había quizás una tradición familiar para estudiar Medicina, pero ahora hay una oferta de más de 3.000 grados y los estudiantes se quedan paralizados. ¿Dónde voy yo?”, plantea el psicólogo. “Y están sometidos a muchos imputs, y ello diluye un poco la profundización de sus intereses. Tienen que conocer lo que va a suponer Medicina. Cada vez nos encontramos menos alumnos puros en cuanto a la vocación como tal, y sí en cuanto al interés”.

“Muchos estudiantes no tienen plan B. Creen que como tienen notas excelentes van a entrar y se crean situaciones de una frustración bestiales”, añade Giner. “He tenido padres muy enfadados en las revisiones de los exámenes de acceso. No son capaces de entender que su hijo no va a entrar en Medicina”. La tasa de abandono de Medicina ―una carrera eminentemente femenina, con un 69% de mujeres― es muy baja, si se compara con el total de titulaciones. El 2,6% de los inscritos en la pública y el 6,8% de la privada se matricula en otro grado tras el primer curso de Medicina y un 3,3% y un 2,6%, respectivamente, deja el sistema universitario.

 Sociedad en EL PAÍS

Te Puede Interesar