Mientras Europa arropa al líder kievita, con salvedades como la de Hungría, que pide a la UE negociar con Rusia, Rutte recuerda que sin la ayuda estadounidense, «Ucrania no habria tenido ninguna oportunidad» Mientras Europa arropa al líder kievita, con salvedades como la de Hungría, que pide a la UE negociar con Rusia, Rutte recuerda que sin la ayuda estadounidense, «Ucrania no habria tenido ninguna oportunidad»
Europa, conmocionada por la violenta reunión entre Donald Trump y Volodímir Zelenski en la Casa Blanca, tiene por delante un largo fin de semana donde … deberá rápidamente orientar su política de seguridad interior y la relación con Estados Unidos. Así, al menos, lo sostienen algunos de los principales análisis de política internacional este sábado, que apuntan a la necesidad del bloque comunitario, más Reino Unido, de apartar los paños calientes y recolocarse en un momento de máximo distanciamiento de la Unión Europea respecto a Washington.
La primera ministra de Italia, Giorgia Meloni, ha hablado esta mañana con distintos líderes europeos para intentar organizar una cumbre «inmediata» entre Europa y Estados Unidos con el fin de encauzar la crisis. «Cada división en Occidente nos vuelve a todos más débiles y favorece a quienes desean ver el declive de nuestra civilización», ha dicho en un comunicado publicado durante la noche del viernes, con los gritos de Trump sobre Zelenski y su expulsión de la Casa Blanca todavía recientes. Pero no parece probable que el inquilino del Despacho Oval esté dispuesto a pasar tiempo en un encuentro con la plana mayor de los gobiernos de Europa, ni que ésta se muestre dispuesta a una cita entre delegaciones de menor nivel, que podría entenderse como una humillación. Especialmente cuando Trump y el presidente ruso, Vladímir Putin, están arreglando una reunión en persona.
Meloni advirtió que la fractura transatlántica «no conviene a nadie» y consideró urgente la cumbre para «hablar con franqueza sobre cómo pretendemos afrontar los grandes desafíos actuales»; entre ellos, la invasión de Ucrania y la seguridad ante Rusia, que este sábado se deshace en mofas sobre el «payaso» Zelenski en los medios públicos. El expresidente Dmitri Medvedev ha aprovechado para ahondar en la herida y declarado que el Kremlin está dispuesto a ser flexible en las conversaciones sobre Ucrania, pero solo con interlocutores que «estén dispuestos a comunicarse», haciéndose eco de las palabras del propio Trump en mitad de su temporal de furia.
También desde el otro lado del Atlántico le llueven recriminaciones al presidente ucraniano tras su visita de Estado más complicada y catastrófica en tres años de guerra. El secretario de Estado norteamericano, Marco Rubio, le ha instado a pedir «disculpas» a la Casa Blanca y una mayoría de conservadores cierra filas en apoyo a Tump. Su enviado especial a Ucrania, Keith Kellog, escribió en X que, «como el presidente siempre ha hecho, defendió a Estados Unidos». La portavoz del Departamento de Estado, Tammy Bruce, sostuvo, por su parte, que el espectáculo agrio que retransmitieron las cámaras en el Despacho Oval es la «diplomacia en acción con palabras francas y una claridad que rara vez se ve», el tipo de hechos por el que «votó el pueblo estadounidense».
Desde que el republicano y el presidente ruso Vladímir Putin conversaran por teléfono el 12 de febrero, la comunidad europea ha tratado de surfear sobre el tsunami. Washington tiene claro que el dirigente francés Emmanuel Macron y el británico Keir Starmer visitaron a Trump esta semana para convencerle de que debe tener en cuenta a Ucrania, pero eso sí, «masajeando su ego», como han hecho constar los principales medios del país. Hoy existe cierto temor a que ese camino se traduzca en inutilidad. Si el presidente estadounidense ha sido capaz de humillar sin pudor alguno al líder ucraniano rompiendo por primera vez las reglas de cortesía de la Casa Blanca, ¿por qué no puede hacerlo con cualquier dirigente europeo que le plante cara? Si da un portazo a Ucrania, con sus miles de muertos presentes en la conciencia mundial, ¿qué no podrá hacer con uno de esos aliados a los que amenaza insistentemente con aranceles en caso de enfado?
¿El amigo americano?
La idea de que el amigo americano ya lo es menos desde que el demócrata Joe Biden saliera del Despacho Oval en enero está cundiendo. Los conservadores alemanes, próximos responsables de la Cancillería, consideran que la ruptura entre Trump y Zelenski puede tener un carácter extensible y debe hacer pensar a Berlín en la necesidad de rearmarse «más rápidamente» de lo previsto. «Debe ser más que una señal de advertencia para nosotros», ha manifestado Alexander Dobrindt, un político alemán de la Unión Social Cristiana, que en declaraciones al ‘Bild’ anima a Friedrich Merz a realizar una « inversión significativamente mayor en tecnología militar, armas y equipamiento». Aunque el nuevo jefe de Gobierno ya ha prometido un gasto multimillonario, en su entorno afirman que Alemania ha de tener medios «para defenderse» lo antes posible debido al riesgo de quedarse huérfana del abrigo potector estadounidense.
Zelenski ha llegado este sábado al aeropuerto de Stansted, cerca de Londres, donde permanecerá para la cumbre convocada este domingo por Keir Starmer con una quincena de líderes europeos. Ha pisado suelo británico casi veinte horas después de su bronco cara a cara con Donald Trump y el vicepresidente J.D. Vance, un político al que algunos ya conocen como el «agitador de avisperos» y que inició el acoso al mandatario ucraniano al espetarle que no había agradecido lo suficiente a Estados Unidos su ayuda en la guerra.
La cumbre dominical se antojaba en principio como una reunión de cierta rutina entre las celebradas a principios de esta semana por Macron en París y la que tendrá lugar el próximo jueves en Bruselas con carácter comunitario. En esta sesión, que aparenta ser larga y controvertida con socios como Hungría, remisos a mantener el repaldo a Kiev, la UE debería formalizar el compromiso de enviar 35.000 millones de euros a Ucrania en soporte militar y humanitario.
Sin embargo, la cita londinense ha adquirido ahora un rango indudablemente más elevado tras el vergonzoso episodio de la Casa Blanca. El bloque difícilmente puede esperar hasta el jueves próximo para mostrar algún gesto que marque perfil. La reuniçon trata de revalidar el apoyo a Kiev en un momento de máxima soledad y reafirmar el proyecto de fortalecimiento de la seguridad de Europa frente a Rusia, especialmente cuando todos los referentes internacionales apuntan a que Trump está cayendo de lado de Putin.
Hoy lo significaba un analista estadounidense: el presidente republicano es un «hombre de negocios» y, como tal, trata de lograr el mayor rendimiento –la paz en Ucrania– con el menor coste en tiempo y gastos. Y eso pasa por no enfrentarse al jefe del Kremlin, como quiso inculcarle a su invitado Zelenski al reprenderle por mostrar un «odio» que hace inviable la negociación. Luego, canceló la comida con el ucraniano y le echó de la Casa Blanca. Solo faltó una escena final con los créditos de ‘El aprendiz’, el programa donde el ahora presidente se dedicaba a despedir a gente.
EFE

El líder ucraniano se reunirá con Starmer y mañana copresidirá una cumbre con quince invitados como España, Francia, Italia, Dinamarca, Alemania, Países Bajos, además de la Unión y el Consejo europeos. Posiblemente se añadan los países bálticos mediante videoconferencia dado el cariz que ha tomado el encuentro (no estaban convocados en un principio). Noruega acude a la mesa ya con la promesa de aumentar los fondos para la exrepública soviética, anunciada pocas horas después de la debacle en la Casa Blanca. A finales de 2024 el Parlamento aprobó un paquete superior a 3.000 millones de euros para financiar a Ucrania en el presente ejercicio y pronto autorizará una iniciativa para incrementar la partida.
Los consensos de postguerra tejidos tras la segunda contienda mundial parecen abocados a desaparecer tras las fluctuaciones de Trump. Algunos medios comparan la importancia de la cumbre de Londres con la que tuvo Yalta en 1945 entre Roosevelt, Churchill y Stalin, como máximos representantes de la Unión Soviética, el Reino Unido y Estados Unidos. La idea de que la UE debe dedicarse a la política, la economía y el Estado de Bienestar mientras EE UU se ocupa de la defensa como gendarme del mundo ha quedado atrás. Y a Starmer, según algunos medios británicos, le corresponde resetearse a toda velocidad en vista a su presentación de mañana en la cumbre. La impresión amistosa, pero poco comprometida, que se trajo el jueves de la Casa Blanca encaja mal con el horror y la aprensión que sienten los gobiernos de la UE tras la humillación pública a Zelenski. Y su pretendida actuación de ‘puente’ entre Bruselas y Washington parece más bien encaminarse al baul de los recuerdos.
Más gasto militar
Este domingo los mandatarios redactarán un manifiesto de firme apoyo a Ucrania, pero detrás es seguro que se procederá a un intenso debate sobre el controvertido incremento del gasto en la industria militar. Sin ir de la mano con Washington, todo apunta a que el montante final ascenderá mucho más allá de los especulado. Incluso si hubiera un tratado de paz, Europa comienza a asumir que deberá responsabilizarse del posterior proceso de asegurar la paz en la región.
El propio Reino Unido reconoce que sus previsiones de inversión del PIB en Defensa se quedan posiblemente cortas a la vista de los últimos acontecimientos. A la Unión Europea le sucede lo mismo. Si quiere montar un paraguas nuclear como les gustaría patrocinar a Friedrich Merz y Emmanuel Macron, la UE necesita adquirir mil misiles nucleares para ejercer una disuasión seria sobre Rusia y sus 1.550 proyectiles de largo alcance, según explica Maximilian Terhalle, investigador de la Universidad de Stanford, al ‘Telegraph. Este medio aventura que Europa requerirá hacer compras e inversiones «nunca vistos en el continente desde el fin de la Guerra Fría».
Mientras tanto, Ucrania camina hacia la oscuridad. Su presidente ha reconocido esta noche pasada en Fox News que, sin el aporte de EE UU, será inviable resistir a Rusia. No obstante, ha confiado en que, «a pesar del difícil diálogo, seguimos siendo socios estratégicos» y no pierde la esperanza de que las conversaciones puedan reanudarse, aunque «debemos ser honestos y directos entre nosotros para comprender verdaderamente nuestros objetivos compartidos. Trump quiere poner fin a la guerra, pero nadie quiere la paz más que nosotros», ha destacado antes de recordar unas palabras del cuadragésimo presidente de EE UU, Ronald Reagan: «La paz no es sólo la ausencia de guerra».
RSS de noticias de Internacional