La Torre vuelve a la vida. La pedanía al sur de Valencia, que es la puerta de entrada a los demás pueblos devastados por la dana del 29 de octubre, empieza a retomar poco a poco algo que ya se parece más a la vida cotidiana. Las barberías han vuelto a abrir, un restaurante en la calle principal de nuevo sirve almuerzos y los trabajadores de las empresas de limpieza y desatascos que campean por el barrio se sientan a tomar una caña al filo de la tarde. Vecinos y voluntarios terminan de sacar, por su cuenta, el lodo de los garajes de varias fincas. Pero, paradójicamente, uno de los bloques que 28 días después de la debacle tiene uno de sus sótanos todavía anegados es el que está destinado a quienes perdieron sus casas, precisamente, por las inundaciones.
El inmueble, ubicado en la pedanía de La Torre, empezó a construirse en 2008 y quedó en el aire por la crisis inmobiliaria. Los operarios trabajan para habilitar al menos una de las dos torres
La Torre vuelve a la vida. La pedanía al sur de Valencia, que es la puerta de entrada a los demás pueblos devastados por la dana del 29 de octubre, empieza a retomar poco a poco algo que ya se parece más a la vida cotidiana. Las barberías han vuelto a abrir, un restaurante en la calle principal de nuevo sirve almuerzos y los trabajadores de las empresas de limpieza y desatascos que campean por el barrio se sientan a tomar una caña al filo de la tarde. Vecinos y voluntarios terminan de sacar, por su cuenta, el lodo de los garajes de varias fincas. Pero, paradójicamente, uno de los bloques que 28 días después de la debacle tiene uno de sus sótanos todavía anegados es el que está destinado a quienes perdieron sus casas, precisamente, por las inundaciones.
El bloque se levanta con imponencia a la orilla de la carretera de Alba que conduce hacia Paiporta. Es una edificación de dos torres —una de 21 plantas y otra de 15— unidas por un zócalo de cuatro plantas. En total, tiene 184 viviendas, que van entre los 48 y los 89 metros cuadrados, con uno, dos o tres dormitorios. El edificio empezó a construirse, en realidad, en 2008, como parte de un sueño en La Torre que se llamó Sociópolis. Era un proyecto urbanístico del entonces gobierno del PP, que al año siguiente de la crisis inmobiliaria que sacudió España, y en especial la Comunidad Valenciana, mandó al suelo. La edificación, entonces, quedó paralizada y por casi una década su esqueleto se mantuvo allí abandonado, acumulando grafitis.
Después de 2018 se reactivaron las labores necesarias para culminar las obras y lograr que el edificio pudiera habilitarse para el fin con el que había sido concebido: viviendas públicas para alquiler, protegidas del mercado salvaje de la vivienda que tiene el precio del alquiler en Valencia y otras ciudades españolas por los aires. La licencia se obtuvo a finales de 2021 y la construcción continuó, en un proyecto financiado en parte por la Generalitat (64%) y en parte con recursos de los fondos Next Generation de la Unión Europea (36%). En total, una inversión de 23,5 millones de euros.
Seis días antes de la riada que golpeó con fuerza La Torre —y que en un mismo garaje de este barrio mató a siete personas— la Entidad Valenciana de Vivienda y Suelo (EVHA), a cargo del edificio, había publicado que, por fin, en noviembre, iniciaría la adjudicación de las viviendas. La mitad de ellas (92) irían para jóvenes, 30 para familias numerosas, 19 para víctimas de violencia de género, 16 para familias monoparentales, 10 para personas mayores de 60 años, otras 10 para personas con discapacidad. Las siete restantes no tendrían una reserva específica. Los alquileres irían desde los 292 euros hasta los 506 euros. Entonces vino el tsunami. La tromba pasó briosa y anegó las instalaciones.
El paso de la riada en la provincia, según las cifras que ha hecho públicas la Consejería de Vivienda de la Generalitat, dejó 2.147 viviendas perdidas: 491 desalojadas y 1.656 que ya no cumplen las condiciones mínimas de habitabilidad. Entonces apareció el edificio de La Torre como una alternativa para estas familias. Según la EVHA, el costo de reparar las afectaciones en el bloque es de 894.000 euros.
28 días después, el segundo sótano del bloque sigue con más de 20 centímetros de agua empozada. El martes, decenas de trabajadores vinculados a la empresa a cargo de la obra, Dragados S.A., trataban de achicar el agua con bombas. Uno de ellos contaba a las puertas del edificio que están tratando de habilitar al menos una de las torres para la semana entrante, cuando ya habrá pasado un mes desde la tragedia. Todavía no hay luz en todo el bloque. Este diario ha intentado hablar también con un responsable de la EVHA, sin éxito.
El lunes, el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, había exigido a la Generalitat un plan concreto para desatascar el agua en los sótanos de los edificios privados en las localidades afectadas, que mientras tanto han ido limpiando los propios vecinos con la ayuda de los voluntarios. Esto, porque las labores habían priorizado las edificaciones públicas. Pero en este bloque, aún siendo público, el fango todavía no sale del sótano.
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