Bruselas lanza su respuesta económica a Trump sin atisbos de más dinero común

La Comisión Europea ya ha diseñado su programa económico para los próximos años. El objetivo es recuperar terreno perdido en competitividad frente a Estados Unidos y China desde que comenzó este siglo impulsando la productividad de las empresas europeas. Las primeras acciones pasan por la rebaja de trámites administrativos para las compañías sin reducir la ambición medioambiental de la legislatura anterior, advierten en Bruselas una y otra vez; impulsar la innovación y avanzar en la integración financiera. Pero en los planes desvelados este miércoles por los equipos que lidera Ursula von der Leyen no hay pistas de si el Ejecutivo de la UE piensa incrementar el presupuesto común para financiar inversiones públicas: se habla de impulsar la labor del Banco Europeo de Inversiones o de reestructurar el próximo presupuesto comunitario creando un nuevo Fondo de Competitividad sin responder a esta pregunta.

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 Las primeras iniciativas apostarán por reducir cargas administrativas a las empresas sin reducir objetivos medioambientales  

La Comisión Europea ya ha diseñado su programa económico para los próximos años. El objetivo es recuperar terreno perdido en competitividad frente a Estados Unidos y China desde que comenzó este siglo impulsando la productividad de las empresas europeas. Las primeras acciones pasan por la rebaja de trámites administrativos para las compañías sin reducir la ambición medioambiental de la legislatura anterior, advierten en Bruselas una y otra vez; impulsar la innovación y avanzar en la integración financiera. Pero en los planes desvelados este miércoles por los equipos que lidera Ursula von der Leyen no hay pistas de si el Ejecutivo de la UE piensa incrementar el presupuesto común para financiar inversiones públicas: se habla de impulsar la labor del Banco Europeo de Inversiones o de reestructurar el próximo presupuesto comunitario creando un nuevo Fondo de Competitividad sin responder a esta pregunta.

Casi puede afirmarse que la Comisión Europea que ratificó el Parlamento Europeo hace dos meses en Estrasburgo ha echado a andar este miércoles en Bruselas, cuando la presidenta Ursula von der Leyen y el vicepresidente y responsable de la estrategia industrial Stéphane Séjourné han presentado la Brújula de la Competitividad, adelantada por EL PAÍS. Las vacaciones de Navidad y la ausencia por enfermedad de Von der Leyen, algo clave en una estructura tan presidencialista como la diseñada por la alemana, han demorado la presentación de este plan de acción económica para los primeros años de la legislatura europea. En él, aunque solo sea por coincidencia, se nota cierto aroma de respuesta a la vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca, un fenómeno que se promete disruptivo.

Eso puede apreciarse en el énfasis que se pone en la “simplificación” burocrática para reducir la carga administrativa a las empresas. Von der Leyen ya lo había prometido en verano, antes de que Trump ganara las elecciones. Pero las promesas del estadounidense en este campo, especialmente el financiero, empujan al resto a no quedarse en las palabras. Basta con ver el diálogo que mantuvieron la semana pasada en Davos la presidenta del Banco Santander, Ana Botín, y el nuevo mandatario estadounidense en el que la española alabó estos planes desregulatorios para confirmarlo.

Así, la primera medida de esta todavía reciente Comisión será el “paquete de “simplificación” que lanzará el próximo 26 de febrero. En él se creará una nueva categoría de empresas, más grandes que las pymes y más pequeñas que las grandes que se “beneficiarán de una simplificación regulatoria a medida con el espíritu de las pymes” o “una simplificación del mecanismo de ajuste de carbono en fronteras para los pequeños actores del mercado”. La reiteración de la palabra “simplificación” no se debe a un mal estilo en la redacción del documento. La causa hay que buscarla en que Bruselas no quiere hablar de desregulación por si se interpreta como una rebaja de estándares y exigencias medioambientales.

“Dar marcha atrás en el Pacto verde sería un suicidio económico, porque no producimos energía fósil y, además, el resto del mundo está en la carrera por energías limpias”, señalaba estos días una fuente comunitaria involucrada en la elaboración de la brújula. Este se ve, argumenta, en que esta comunicación habla explícitamente de un objetivo de reducción de emisiones del 90% en 2040 o en que mantiene el objetivo de descarbonización total de los nuevos coches en 2035.

Inversión pública

Mucha más prudencia muestran los planes presentados cuando se habla de inversión pública. Tampoco puede la Comisión abrir ese debate en canal cuando hay elecciones en Alemania el próximo 23 de febrero. Cuando se aborda el tema presupuestario, se explica que para el próximo presupuesto plurianual (el que irá de 2028 a 2034) se plantea cambiar la estructura para “financiar las prioridades en forma de bienes públicos europeos e inversiones en proyectos de varios países [en conjunto]”. También se anuncia la creación de un “nuevo Fondo Europeo de Competitividad”, pero no se anuncia la cantidad.

Esto no despeja la incógnita de si habrá más dinero común —bien sea a través de deuda común, de más aportaciones de los Estados o de impuestos comunitarios— en el próximo ciclo presupuestario. Sí que lo hubo en este (2021-2027), por la pandemia, con deuda. Saber esto es clave, porque en el próximo ciclo hay que comenzar a pagar ese pasivo que ha financiado el fondo de recuperación y eso supone un desembolso de 30.000 millones al año, lo que achicaría mucho el margen de inversión si no hay más recursos.

Frente a esa carencia, las 28 páginas de la Brújula de la Competitividad ponen mucho más énfasis en buscar mecanismos que estimulen la inversión privada. “La financiación pública no es suficiente: también hay que aprovechar el capital privado a gran escala”, justifica el Ejecutivo de la Unión.

 Economía en EL PAÍS

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